LeBron James: lágrimas de sudor
En el AT&T Center, pabellón de San Antonio donde se jugó el primer partido de las Finales NBA, la temperatura se disparó por encima de los 33º tras el fallo del aire acondicionado
Una de las situaciones que más perturban la mirada del espectador es, sin duda, la caída del superhéroe, del elemento deshumanizado. La NBA está compuesta por ellos, como diría Pep Guardiola, llena de atletas. Hombres que superan con creces el físico del individuo medio, con un ratio muscular muy extendido. Máquinas evolucionadas por la tecnología pero donde también afecta el origen genético, entre todas destaca una: LeBron James.
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Asistir al derrumbamiento de un gigante es desconcertante por partida doble, primero porque es algo nada habitual que, ni Sandro Rey en sus mejores noches, puede augurar. Y segundo, porque cuanto más alto sea el desplome, mayor será el ruido que genere y el eco que retumbe. Ayer sufrimos todos, amigos o enemigos, con el desfallecimiento de LeBron James; igual que no creíamos la visión de un Nadal derrotado por sus rodillas o el ocaso de Ronaldinho, el mayor talento futbolístico del momento, con la cintura aparcada y el cuentakilómetros limitado.
Se podría entender que es ley de vida. Las lesiones, el cansancio físico o mental y sobre todo, el paso de los años, son factores que multiplican este desenlace. La diferencia en esta ocasión redunda en un suceso insospechado: un fallo eléctrico. El mismo que causó un apagón en el sistema de refrigeración del pabellón de los Spurs y que sumió a todos, espectadores y jugadores, en una ola de calor.
Los Heat, familiarizados por su propio nombre con climas de sabana, sucumbieron a los más de 30º en pista, por encima de la propia temperatura ambiente en la ciudad texana o de la tropical Miami. Todo ello acentuado con un público al borde del colapso, buscando aire debajo de las piedras y que se abanicaba con lo primero que pillaba, aunque fueran los plásticos para generar ruido.
Que gane el más fuerte.
Los hombres de Spoelstra duraron hasta que la temperatura del aceite se le disparó a su mejor hombre. Regresaron del descanso perdiendo y fueron capaces de cambiar el rumbo del partido, en un tercer cuarto continuista con la conclusión de las últimas Finales. Miami volvía a ser ese marciano inmutable ante la causa de los Spurs, sin sentimientos frente al descorazonador esfuerzo de los de Popovich.
La defensa de los visitantes y la clarividencia en ataque de Wade, Allen y el propio James, estaban tumbando de nuevo al aspirante. El inicio del último cuarto intensificó la tortura de Duncan, que volvía a olerse la película después de cometer falta sobre un inspirado Chris Bosh, quien además metió el triple. Los de Florida se marchaban por siete puntos cuando quedaban nueve minutos de partido. El encuentro estaba afianzado en el carril hasta que unos temblores, en forma de calambres, lo apartaron de la senda.
LeBron, con signos evidentes de fatiga y malas caras durante toda la noche, probó dos lanzamientos de larga distancia y tras el segundo claudicó. La deshidratación y el ya insoportable calor a esas alturas habían jugado sus bazas. Se le acalambró toda la pierna izquierda, un relámpago que se extendió por todo el costado. Cuando se retiró, su equipo ya solo ganaba de dos. Desde el banquillo, con la peor cara que se le recuerda, asistió a la traca final de San Antonio.
El 'racheado' Danny Green había tomado el testigo de Splitter y, en apenas dos minutos, subió la intensidad ambiental para achicharrar por completo a Miami. James, que se descomponía sobre su butaca, con hielos en el cuello y constantes masajes de sus fisios, no pudo soportar la impotencia y volvió al partido cuando quedaban cuatro minutos. En una última acción a la desesperada, que le costó volver a hombros de sus compañeros, el gigante de Akron acercó a su equipo a dos puntos con una última bandeja que le dejó petrificado.
El partido ya había muerto, más si cabe con la tarjeta de tiro de los Spurs en el último periodo, con 14/16 en tiros de campo (6/6 en triples) y la sensación de que habían resistido mejor a las inclemencias ambientales. En un encuentro por la supervivencia, muchos dieron muestras de agotamiento pero el primero que cayó fue LeBron, de ahí nuestra sorpresa. No se le recuerda ausente en los últimos minutos de ningún partido disputado.
"Perdí el líquido de dos días", reconoció la estrella de los Heat en los vestuarios, todavía con el rostro muy pálido. Fuera de las teorías conspiratorias de sabotaje, que se cimientan en la mayor rotación del banquillo de San Antonio, tanto el entrenador como el mejor hombre de Miami reconocieron el valor de sus rivales. Un gesto que hace más grande a LeBron y que le permite buscar su tercer anillo consecutivo ante un reto aún más adverso. Que nadie se olvide, aunque haya derramado lágrimas de sudor, a 'King James' le encantan estos desafios.
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