Perdona si te llamo amor, y el ideal del madurito noble
Perdona si te llamo amor. Joaquín Llamas. Algo interesante -para decirlo de alguna manera- que hace ‘Perdona si te llamo amor’, basada en la novela de Federico Moccia y ahora llevada a nuestro cine por el director venido de la tele, Joaquín Llamas, es jugar con los límites de lo ya establecido. Fíjate en la edad de los dos protagonistas de este prohibido romance, Niki (Paloma Bloyd) y Alex (Daniele Liotti). Ella tiene 17, que casi son 18, y él tiene 37, que no llegan a los 40. Al situarlos en puntos extremos de una escala de lo socialmente aceptable, crea una situación excitante cuya aprobación por parte del público está totalmente susceptible a si logran convencernos de que aquello está bien o no. No olvidemos que estamos ante el mismo autor que escribió ‘Tres metros sobre el cielo’ y ‘Tengo ganas de ti’, fenómenos adolescentes conducidas a base de hormonas y relaciones de poder -de género- como principal combustible. Ahora, ‘Perdona si te llamo amor’, al responsabilizar casi por completo a la joven del lío amoroso y desresponsabilizarle por completoa él, termina no solo con la aprobación de su público, sino que la vieja dicotomía de lolita-madurito que nos defiende sale extrañamente fortalecida, culpa de un desvergonzado envoltorio romántico. Otra engañosa artimaña que achaco al material de base es la exaltación de la figura del macho noble para salirse Moccia con las suyas. El escritor nos presenta su versión del hombre de verdad (término que la película usa una y otra vez) y lo convierte en un ennoblecido romántico empedernido, hombre bueno y tierno, imposible de reprochar y que transmite autoridad pero que no la ejerce. Cuando pensamos en la relación afectivo-sexual entre una chica de 17 y uno de 37, lo normal sería pensar que ella es la que se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad. Sin embargo, como dijimos, Moccia se las ingenia para que ocurra exactamente lo contrario. Niki, lista y resuelta, será quien le provoque a Alex, con el corazón roto por una anterior relación, hasta conseguir conquistarle, incluso engañándolo para forzar las citas. De esa manera, a vistas del espectador, él es el sujeto pasivo, el macho en desventaja, el ennoblecido madurito. No estoy diciendo que no pueda existir y funcionar relaciones con factores semejantes pero esta película no explora aquello ni desde los matices de la realidad ni desde planteamientos existenciales (entiendo que tampoco pretende ser ‘Lost in translation’ ni ‘Elegy’), sino desde situaciones en todo momento idóneas; una comedia romántica al uso pero en terrenos pantanosos. De la misma manera, en ‘Tres metros sobre el cielo’, a través del personaje de Mario Casas, se victimizaba la figura del maltratador (no voy a decir ni siquiera aquello de “con tendencias de maltratador” porque directamente le cogía, le tiraba y le pegaba al personaje de María Valverde) que se enternecía con su princesita e incluso sufría injustamente por su culpa. En aquella película el amor tenía roles, el de sumisión y dominación. Eso puede quedar muy Grease y romántico entre jóvenes, pero entre una joven y un señor, pues como que no. Así que ‘Perdona si te llamo amor’ elimina esos roles exagerados pero los suple, a modo de compensa, con algo que también refuerza una visión heteropatriarcal, una exagerada diferencia de edad. Y así, otra vez, disfrazado de enfrentamiento de la mujer ante algo peligroso y excitante, se eleva una problemática social al terreno de lo deseable. Alan White
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