En los últimos cinco años España se ha salvamizado

No sabemos si la tele es el reflejo del alma de una sociedad o, al revés, porque uno de los superpoderes otorgados a la pequeña pantalla es el de influir de manera determinante en nuestra forma de ser. Hasta el punto de moldearnos según la turbia voluntad de los programadores. Somos lo que vemos, dicen los expertos. Con esta duda metafísica no podemos afirmar que en los últimos cinco años España se haya 'salvamizado'... porque no sabemos si ha sido 'Sálvame' el que se ha ido adaptando a los escándalos y chanchullos del sainete económico-político-social que nos ha tocado padecer en este país. Hay quien asegura que llegado el viernes necesita un Deluxe para desconectar de la realidad y conectarse a esa realidad paralela en la que un polígrafo determina la veracidad de las más absurdas situaciones de unos personajes que ni nos van ni nos vienen, pero que van y vienen según los conflictos de unos colaboradores expuestos al escarnio público. Si España fuera un Deluxe, reconozcámoslo, no nos perderíamos el momento en que Conchita conectara los electrodos a Bárcenas o a los tres candidatos a la Secretaría General del PSOE para descubrir cuál de ellos cuenta con el apoyo del aparato... el aparato del partido, no el polígrafo, que al fin y al cabo es un aparato inocente. Sálvame es una Miniespaña. Con su dueño del cortijo, su princesa del pueblo, su eje del mal y su despiadada lucha de clases entre quienes no sueltan la silla ganada desde el principio del invento y quienes venden jirones de su piel para no ser desahuciados del programa. Con estos depredadores, ¿quién necesita ver los documentales de la 2?