Los años dorados de los sellos independientes
En Reino Unido siempre han abundado los sellos discográficos, pero durante los años ochenta surgieron nuevas propuestas que nacían con métodos diferentes y una pasión por nuevos sonidos y bandas que durante la década entrarían de forma habitual entre las más vendidas del país. Son sellos con un toque amateur, mucha improvisación y demasiadas ganas de pasarlo bien. La mayoría de ellos quebraron, se vendieron o murieron de éxito. Por el camino dejaron un inmenso catálogo de grandes bandas y buenos discos.
Puede que el gran protagonista discográfico de los ochenta –o al menos el más conocido- fuese Factory Records, el sello de Tony Wilson y Alan Erasmus. La historia del sello de Manchester quedó registrada en películas como '24 party people’ y en numerosos libros. El sello, que nació a finales de los setenta, editó ‘Unknown Pleasures’, el álbum debut de Joy Division, y tras la trágica muerte de Ian Curtis editó ‘Closer’, el último disco de la banda antes de convertirse en New Order, a quien también grabaron. Factory Records jugó un papel clave en aquel boom que se llamó sonido Madchester. El sello de Wilson editó los álbumes de Happy Mondays, A Certain Ratio, James o Durutti Column. La fiesta en Manchester duró más de una década, pero murió víctima de sus propios excesos. Las dos grandes bandas del sello lo enterraron a principios de los noventa. Happy Mondays se atascó en la caótica grabación en Barbados de su tercer disco y New Order gastó 400.000 libras preparando su regreso discográfico. En noviembre de 1992 la compañía se declaró en bancarrota y la mayoría de sus bandas desembarcaron en London Records.
La escena independiente derribó los muros ingleses durante esa década y The Smiths alcanzó un éxito que nadie podía esperar. Rough Trade tuvo que hacer frente a una nueva situación que les venía grande. Pero el éxito del grupo de Manchester dio una nueva vida a la música británica de aquellos años y de los siguientes. Una nueva generación de artistas y de público había llegado y tenía gustos diferentes. La fiesta, sin embargo, no duró demasiado. Tras una serie de ambiciosas y nefastas decisiones empresariales, la compañía quebró y desapareció en 1991. En el año 2000 regresó con fuerza y volvió a conectar con los jóvenes gracias a la edición de bandas como The Strokes, The Libertines, Jarvis Cockers, Arcade Fire o My Morning Jacket.
La historia de Creation Records daría para todo un libro. El sello, fundado en 1982, sería el hogar de bandas como Primal Scream, Teenage Fanclub o My Bloody Valentine. Fundado por el músico Alan McGee, Creation Records sería una fiesta continua y tras editar algunos de los mejores discos de los ochenta acabaría en manos de Sony con el inicio de la década siguiente, en la que volvieron a tener un importante éxito con la edición de los primeros discos de Oasis.
También tiene mucho peso el trabajo de Beggars Banquet, sello que arrancó al calor del punk de los setenta y que basó su fórmula de negocio en las múltiples tiendas que poseían. A diferencia del resto de sellos que vinieron después, la gente de Beggars Banquet creció durante las siguientes décadas y a través de Beggars Group terminaron obteniendo la propiedad o la distribución de sellos tan importantes como 4AD, Rough Trade Records, Matador Records o XL Recordings.
La lista de sellos es larga y está llena de anécdotas y errores, pero marcó el inicio de una nueva época, una época en la que la música cambió y empezó a vivir al margen de las multinacionales para aproximarse a proyectos pequeños, más familiares. Un modelo que se terminaría de consagrar en los años 90 y que entraría en coma con el final de aquella década aquejada de sus propios errores, de su a veces desmedida ambición y de una terrible falta de profesionalidad en algunos casos. Sin embargo, los años 80 fueron una época de ilusión y la década en la que la música independiente se empezó a codear con las multinacionales y a colarse en los puestos nobles de las listas de éxito.




