Lucy, una heroína más para la colección de Besson

Lucy. Luc Besson. Escucha también el reportaje de 'La Script'  Dice Luc Besson que Lucy, el personaje que da título a su nueva película, no es una Nikita de nueva o última generación, recordando a la asesina que se inventó en 1990 y que interpretó Anna Parillaud. Y sin embargo, tanto en el fondo como en la forma, hay más similitudes entre esos dos largometrajes que las que el director francés parece dispuesto a reconocer, como las hay también con la Leelo a la que dio vida Milla Jovovich en El quinto elemento. Y es que, a fin de cuentas, en 'Lucy' Luc Besson repite un esquema que le ha funcionado muy bien en el pasado, es decir, el de una joven protagonista, escenas de acción y un trasfondo metafísico, científico o espiritual que envuelve todo el contenido. En esta ocasión el McGuffin “cultureta” que utiliza Besson como gancho para su film es el de la evolución humana y la falsa teoría de que los humanos solo utilizamos un 10 por ciento de nuestra capacidad cerebral. Para no entrar en polémicas pseudocientíficas ciñámonos a lo puramente cinematográfico. Lucy arranca francamente bien, con una Scarlett Johansson interpretando a una chica que, sin comerlo ni beberlo, se ve envuelta en un asunto de tráfico de drogas. Su primer cara a cara con Choi Min-Sik, el actor de 'Old Boy', te deja pegado a la butaca y empuja al espectador a seguir con interés la continuación de la historia.

Pero pasado este primer momento, Lucy se va haciendo más y más convencional y previsible. La acción se vuelve forzada cuando no disparatada. El guion flojea, la historia se va desdibujando y la salpicada aparición de Morgan Freeman no ayuda precisamente a mejorarla. El filosófico final que Besson plantea a los espectadores no es más que otro ingenioso ardid para intentar convencerles de que han visto algo trascendente, serio y profundo cuando, en realidad, solo han visto una desigual película de acción y de tiros. Y punto. No hay nada malo por reconocerlo. Elio Castro