El editorial de Pepa Bueno: "La cuenta atrás"

El Consejo de Ministros se reúne esta mañana de forma extraordinaria para firmar los recursos contra la ley de consulta y la convocatoria del 9 de noviembre. El gobierno ya cuenta con el informe favorable el Consejo de Estado. Previsiblemente mañana entrarán en el Constitucional y su mera admisión a trámite paralizará la consulta y suspenderá la le6y.

La evidencia de que esto será así no le quita ninguna gravedad a la situación que vivimos desde que el sábado Artur Mas firmó la convocatoria. Si acaso le añade grados al despropósito de que la Generalitat esté gastando el dinero de todos, también el de los catalanes que no quieren la independencia, en los preparativos para el nueve de noviembre: ya está en marcha una campaña de publicidad institucional y se están haciendo gastos en urnas y logística.

Todo eso además va a prolongar en el tiempo una expectativa tramposa, la de que el voto ahora es posible...algo que sólo añadirá más frustración si Artur Mas no culmina su aventura con un acto de desobediencia civil que acabaría de un plumazo con la imagen internacional de Cataluña.

Mas podrá decir al final de la escapada que cumplió lo prometido y que la culpa de su fracaso es del gobierno central. Pobre consuelo y paticorta estrategia política: los líderes ponen su inteligencia al servicio del interés general, del bien común, y no rompen los platos si no consigue lo que se proponen.

Ahora sí ha comenzado de verdad la cuenta atrás, y el gobierno de Rajoy hace lo que debe al recurrir legalmente UN referéndum amparado en una ley de consultas no refrendarias.

Pero va a tener que hacer mucho más que eso. En primer lugar, desplegar toda su capacidad pedagógica-Rajoy el primero- para explicar a los catalanes claramente todo lo que está en juego si Cataluña se va. Lo hicieron con éxito David Cameron o el ex primer ministro Gordon Brown en Escocia.

Y más importante aún: para combatir la frustración que la convocatoria de Mas va a provocar...el Gobierno de España, que lo es también de los catalanes, de todos los catalanes, debe comenzar ya a construir una respuesta: abrir el proceso de reforma constitucional para ajustar todo el mapa territorial, responder, en un sentido u otro, a las 23 reclamaciones que la Generalitat puso sobre la mesa de Moncloa; quizá convencer a sus propios barones, los barones populares, de que en algún momento habrá que explicitar la singularidad catalana. Y se debe tener en mente la posibilidad de que esa respuesta pase por el refrendo de las urnas. De un modo legal, responsable y pactado.