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MIÉNTEME CINE

El mundo del espionaje

La pistola Pressin (Museo del espionaje)(Javier del Pino)

En el mundo de los espías cuya existencia es conocida, destaca el catalán Garbo que espió para los aliados en la II guerra Mundial; y Mikel Lejarza "El lobo". El periodista Fernando rueda aceptó acompañarnos en la visita a la colección de objetos sobre el mundo del espionaje.

Fernando es una persona vital, con poco más de cincuenta años, que enfocó su vida al realizar su tesis universitaria sobre el periodismo de investigación. Su trabajo forma parte de un apartado del museo dedicado esencialmente a él y a Antonio Salas. rueda habla con respeto del colega cuyo rostro pocos conocen, que cuando pasa por una emisora de radio solicita que su voz sea deformada, prudencia obligatoria para el que se dedica al periodismo de infiltración.

La colección, que aspira a ser museo itinerante, se recorre en poco más de hora y media. Rueda y el coronel Manuel Rey, ex piloto de cazas Phantom y parte de la dirección del Centro Nacional de Inteligencia, CNI, durante catorce años, van aportando datos y respondiendo nuestras preguntas. Rueda gesticula y se activa al hablar, mientras que el ex espía -si es que es posible dejar de serlo-es todo lo contrario, un hombre tranquilo, pausado, al que hay que acercar la grabadora porque no levanta la voz. Escuchando el audio de la sección, se aprecia claramente esa característica. Tan solo entra con fuerza en la conversación cuando nos detenemos ante los restos de una máquina Enigma para mensajes cifrados que no sobrevivió a un bombardeo. Manuel rey pasó a la criptología cuando se bajó de los aviones, y la historia de la famosa máquina lo estimula.

De vez en cuando surge El lobo. rueda acaba de escribir El regreso de él lobo, transformando en personaje de ficción al hombre que se infiltró en ETA y causó la mayor cantidad de detenciones de la historia de la organización. cuenta que Mikel Lejarza, entrado ya en la sesentena, mantiene su anonimato tras pasar por la cirugía estética hace ya mucho. rueda detalla que en su último encuentro ambos comieron en un restaurante, no lejos de personas que le conocieron en el pasado, sin que se dieran cuenta de su presencia. Tras foto de grupo junto a un símbolo del espionaje, nos despedimos y nos dirigimos a la radio, quedándonos con las ganas de haber sujetado la Walter Pttk que la colección identifica con James bond. El espionaje, práctica despreciable en sí misma, se reviste de cierto romanticismo cuando se combina con la historia. Lo cierto es que el Bond que Fleming inventó "con la mitad de su cerebro" en su casa jamaicana, resulta todavía bastante más interesante que sus sucedáneos cinematográficos.

 
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