Tal vez no sea Napoleón...

Madrid

La muerte aparentemente prematura de Napoleón a los 51 años en la isla de Santa Elena, ha provocado desde entonces ríos de tinta y gigas de archivos en Internet. Al menos para un pequeño grupo de personas que viven a miles de kilómetros de un continente, ha sido útil.

Los especialistas y biógrafos más "serios" huyen con razón de las leyendas y sospechas, pero algunas se sustentan en datos y documentos de algún valor.

En 1821 se procede al enterramiento del cuerpo de Napoleón tras su autopsia y, según dos testigos, el Dr. Antommarchi y el gobernador inglés Hudson Lowe, los recipientes que contienen el estómago y el corazón son emplazados en los ángulos del féretro. Sin embargo el acta que se levanta cuando se exhuma el cadáver 19 años después, los certifica entre las piernas.

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Napoleón tiene la cabeza completamente rasurada en 1821, ya que era lo conveniente para hacer una mascarilla mortuoria de cera, y sus cabellos fueron repartidos como recuerdo entre varios de los que estaban presentes tras su muerte.

En 1840 el acta indica que "los cabellos que quedan están intactos", y hasta se toma una muestra de ellos. La creencia de que cabello y uñas continúan su crecimiento tras la muerte es falsa por completo. Es la retracción del tejido epitelial en dedos y resto del cuerpo la que puede inducir esta leyenda urbana. Todas las células mueren con rapidez. Las últimas neuronas y células en hacerlo son las de la pituitaria, que mantienen actividad 24 horas después de la muerte.

Marchand, el fiel ayuda de cámara de Napoleón a lo largo de los años, señala la presencia de una condecoración, la Orden de la Reunión, al ser enterrado en 1821. En 1840, esta condecoración ha desaparecido, y lo mismo hay que decir de las espuelas enterradas y no halladas en la exhumación.

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Con estos indicios, que podrían tener explicación en una combinación de mala memoria y de profanación fanática, algunos patólogos, estudiosos e historiadores han propuesto un análisis de ADN del fragmento de piel tomado del exhumado por el Doctor Guillard, que accedió al cadáver en 1840 y que está expuesto en los Inválidos. Sería sencillo compararlo con el ADN de los descendientes de Carolina Bonaparte. De coincidir, el asunto quedaría cerrado.

En 2002 el gobierno francés negó la autorización para realizar pruebas de ADN al cadáver que yace en el panteón de los Inválidos. Bruno Roy-Henri, uno de los varios historiadores franceses que han publicado libros poniendo en entredicho la versión oficial de los acontecimientos, declaró entonces a la agencia Reuters: "Una prueba de ADN es la mejor manera de resolver esto. La renuencia es muy sospechosa, sólo refuerza mis dudas".

El gobierno francés consideró que no hay necesidad de verificar la autenticidad de lo que es una importante atracción turística.

Sin mayores pruebas por el momento, la hipótesis que justificaría las diferencias en los documentos y las contradicciones en algunas declaraciones de testigos, es una invitación a pensar que las autoridades británicas sustituyeron el cadáver para ocultar un envenenamiento. Supondría en tal caso una exhibición de confianza de los responsables en una ciencia forense futura, en la que entonces nadie podía soñar.