Freedonia, el soul como proyecto vital
Entrevistamos a la banda madrileña con motivo de la edición de su segundo álbum


Madrid
Aunque hay tantas formas de entender la música como de vivirla, la mayoría de bandas surgen de grupos de amigos que comparten una pasión. Freedonia nació así, alrededor de unas cañas al calor de una escuela de música en el barrio de Malasaña de Madrid. Hacía calor aquel verano de hace ocho años y ese grupo de amigos emigró al sur en un furgón preparado para la ocasión. Llegaron a Caños de Meca sin grandes pretensiones, apenas eran cuatro entonces. "Queríamos pasar el verano tocando y aquella nos pareció una buena idea", explica Ángel Pastor, guitarrista de la banda, en la azotea de su local de ensayo en el barrio de Carabanchel. Han pasado muchos años y muchas cosas y todo ha cambiado desde entonces. Ahora Freedonia es un colectivo formado por diez músicos que acaba de grabar su segundo álbum con los beneficios del primero y los ahorros de dos años de vida en la carretera. En las playas gaditanas comenzó la aventura de Freedonia. Durante tres veranos volvieron a Cádiz, donde tocaban versiones de jazz y bossa nova en los locales de la costa. "Aquella fue la mejor forma de consolidar la banda", apunta Israel Checa, batería del grupo.
Los veranos de furgoneta y camping, de viajes eternos a 80 kilómetros por hora fueron perfilando la forma de ser de este peculiar grupo. "Con el tiempo empezó a venir más gente a los conciertos y luego nos preguntaban si teníamos algún disco así que decidimos que había que grabar uno", apunta Israel. Aquel fue el punto de inflexión en el que Freedonia dejó de ser un juguete para convertirse en un proyecto de futuro.


El grupo fue haciendo sus propias composiciones y ante la falta de dinero y oportunidades decidieron recurrir al micro mecenazgo online. "Ahora puede resultar más común pero hace 3 o 4 años nos sabíamos ni cómo se escribía ‘crowdfunding’. Pensamos que no teníamos nada que perder y la cosa salió mejor de lo esperado", explica Ángel. “Nunca nos plateamos ir a una discográfica porque queríamos tener todo el control así que decidimos hacerlo así”, añade su compañero. Freedonia consiguió más dinero del que pedían y se lanzó a grabar su primer álbum de estudio. Un disco que les daría a conocer y que supuso un nuevo punto de inflexión. "En esa época empezamos a tocar más a menudo y fue cuando realmente decidimos apostar por el grupo como proyecto vital", aclaran ambos músicos. “Tenemos un pequeño sueldo con esto y tenemos alguna cosilla para compensar los meses que tocamos menos”, explica Ángel. “Nadie tiene una nómina, son cosas puntuales. La banda exige dedicación completa pero económicamente va y viene”, añade.
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Proyecto vital es algo que se repite en las distintas entrevistas que ha dado la banda en los últimos años. Su forma de entender el grupo va más allá de la música. "Hemos hecho las cosas de esta manera porque no había otras, pero también porque creemos en este camino. Si viniese ahora un sello, una marca o un mecenas a darnos dinero nos pensaríamos mucho sobre su forma de trabajar antes de contestar", señala Ángel. "En Freedonia nos hemos juntado un grupo de músicos con unas ideas bastante parecidas sobre la forma de trabajar y de entender el arte", añade Israel.
Esta forma de entender el oficio se muestra también en los métodos de trabajo de esta decena de músicos. "Las canciones las hacemos entre todos, entrar en este grupo es una cura de ego. Hemos llegado a un nivel en el que decimos las cosas abiertamente y para introducir una idea en el grupo tiene que contar con apoyo", defiende Pastor. “Con el tiempo hemos aprendido a encajar el no y a no tomar las cosas como algo personal. No hay individualidades en el grupo”, añade. La idea es importante pero llevarla a cabo también así que decidimos firmar las canciones entre todos”.
La banda recibió un nuevo empujón cuando obtuvo la subvención de Girando Por Salas. “Eso nos ayudó porque mover a 10 personas fuera de tu ciudad es difícil. Iniciativas así ayudan a que vayas con un pequeño colchón”, aclara Ángel. “Eso hizo que empezáramos a tocar fuera regularmente”, añade. “Vemos que Freedonia va creciendo y que cada vez que volvemos a un sitio hay más gente que la vez anterior. Es difícil al no tener una industria que te promocione y necesitas que funcione el boca a boca”, concluye.
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Así ha ido avanzando Freedonia. Sin prisas y con buena letra. "No queremos tener un yate lleno de putas y cocaína. Nuestra meta es vivir dignamente de lo que nos gusta y del proyecto que hemos creado entre todos", apunta Israel. Ese proyecto se consolidó con la edición de su aplaudido debut. Pero tras el disco hubo alguna complicación. Aurora, la cantante, dejó la banda para iniciar una aventura personal. Lo que pudo ser un contratiempo se resolvió con naturalidad y Maika Sitté, que ya había participado como corista en el primer disco, dio un paso la frente y se adueñó del micrófono. Maika, vallecana de origen guineano, ha dado un nuevo fondo al grupo, un toque especial que explota en ‘Dignity and Freedom’, uno de los mejores álbumes editados en 2014.
Este viernes el grupo regresó a Madrid a presentar su nuevo trabajo en una noche de lleno en Joy Eslava, una noche de soul y ritmos afroamericanos que dejó patente la potencia de este singular colectivo que ha abrazado esta música como proyecto vital, un proyecto vital que este mes de un nuevo paso en su historia.




