París planta cara al terror

Madrid

Será difícil de olvidar la histórica manifestación de ayer en París, como serán difíciles de olvidar los días previos. Todo un país con la vida secuestrada por tres únicos individuos y tres kalashnikov disparando contra la esencia de la democracia: la libertad de ser judío, católico o ateo, la libertad de escribir, dibujar y publicar, la libertad de moverse a un supermercado o a cualquier sitio.

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Si para combatir a los fanáticos tenemos que renunciar a cualquiera de esas libertades, ellos, los fanáticos, habrán ganado una batalla...porque habrán conseguido, por fin, su objetivo de cambiar nuestra forma de vida. Pero ojo, esta certeza no puede inmovilizarnos y las sociedades democráticas tienen todo el derecho a buscar la mejor manera de defenderse siempre que se haga en un debate abierto, claro y contando con la opinión de sus ciudadanos. Superado el shock y constatado con emoción que los europeos siguen, seguimos vivos, muy vivos y resistentes como pudo comprobarse ayer en París, ahora toca combinar las discusión de medidas inmediatas - como el fichero de pasajeros o la propaganda violenta en Internet - con otras de fondo, de calado sobre por qué nuestros jóvenes se convierten en terroristas, sobre el necesario apoyo y fortalecimiento del islamismo democrático o sobre la estrategia occidental en Oriente Próximo, mezclada siempre con tantos intereses económicos o políticos cruzados.