Y qué tendrá que ver

Madrid

En 2013 el Parlamento Europeo congeló la puesta en marcha un amplio fichero europeo de viajeros en transportes aéreos, por considerar que se trataba de una medida que violaba derechos fundamentales y que resultaba desproporcionada. Ayer, el nuevo presidente europeo, el polaco Donald Tusk, pidió a los eurodiputados que vuelvan a considerar su decisión y que esta vez se acomoden a los deseos de los gobiernos que respaldan el proyecto. “Es mejor que se pongan en marcha leyes europeas de seguridad y no que cada país desarrolle sus propias leyes nacionales, como podría suceder”, aseguró. Pero eso no tiene por qué ser verdad.

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El problema es que lo que no estaba claro en 2013, sigue sin estarlo hoy. Nadie ha explicado ni remotamente cómo habría podido ayudar ese fichero a impedir el atentado contra la redacción de Charlie Hebdo. El problema es que no hay manera de saber qué medidas de seguridad antiterrorista son realmente útiles para ese objetivo concreto y cuáles son simplemente medidas de control de la población en su conjunto, sin mucho que ver con la lucha antiterrorista. Nadie aporta pruebas de esa eficacia. Es una pescadilla que se muerde la cola: necesitamos información secreta sobre los ciudadanos, afirman, pero como todo esto es secreto no podemos explicarles nada sobre su utilidad. Confíen ustedes. Pero entonces uno recuerda que los servicios de información norteamericanos espiaron el teléfono móvil de Angela Merkel y uno se pregunta qué tendrá que ver todo eso con Charlie Hebdo.