La corriente que nos lleva

Madrid

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Escribía Gabriel García Márquez, en “El amor en tiempos de cólera”: “Navegaban muy despacio por un río sin orillas que se dispersaba entre playones áridos hasta el horizonte. Pero al contrario de las aguas turbias de la desembocadura, aquellas eran lentas y diáfanas, y tenían un resplandor de metal bajo el sol despiadado. Fermina Daza tuvo la impresión de que era un delta poblado de islas de arena.

—Es lo poco que nos va quedando del río –le dijo el capitán.

Florentino Ariza, en efecto, estaba sorprendido de los cambios, y lo estaría más al día siguiente, cuando la navegación se hizo más difícil, y se dio cuenta de que el río padre de La Magdalena, uno de los grandes del mundo, era solo una ilusión de la memoria”.

El Magdalena es uno de los ríos que atraviesan Colombia y que desde el cielo aparecen como serpientes reptando en todas direcciones. Sus nombres remiten a los quechua, los bora, los mirañas y a decenas de otros pueblos que viven en sus bordes y orillas. Son el Amazonas, el Putumayo, el Cahuinari, el Cauca.

 Son caminos largos, usados para comunicarse y también para encontrar comida. Largos ríos de vida. Pero también de muerte. Sus aguas no tienen señor, pero si violentos que las aprovechan.

¿Puede un rio mostrarnos un país? Lo intenta, y lo logra, Waterweavers) Tejedores de agua: el río en la cultura visual y material contemporánea en Colombia.

Organizada por Bard Graduate Center Gallery de Nueva York y comisariada por José Roca, demuestra que los cauces fluviales siempre “han actuado en la historia de Colombia como elemento de unión y separación”.

La exposición, que se podrá ver en el centro madrileño Conde Duque desde el 25 de febrero hasta el 12 de abril. Deja claro que la creatividad también puede nacer “en medio de –o en respuesta a-las dificultades”. Son fotografías y videos. Y mapas. Y objetos cotidianos…