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'Puro vicio', corrosiva y traviesa

Paul Thomas Anderson estrena 'Puro vicio', la adaptación de la novela de Thomas Pynchon, que protagoniza Joaquín Phoenix

No es baladí que la novela de Thomas Pynchon, Puro Vicio, en la que se basa  esta película, tenga como dedicatoria una famosa frase del Mayo del 68: "Bajo los adoquines hay arena de playa". La novela habla precisamente de todo lo que hay debajo de esta nuestra querida y sobrevalorada sociedad occidental, retratando la vida en la ciudad de Los Ángeles en los setenta, ya saben cuando el movimiento hippie estaba a un paso de la decadencia, con los ecos de Vietnam, con personajes como Charles Manson y el presidente Nixon copando los papeles.

Precisamente, para adaptar este libro, no había otro cineasta más idóneo que Paul Thomas Anderson, uno de los directores que más adoquines ha quitado, y que más ha buscado el subsuelo de la sociedad norteamericana. Anderson parece obsesionado por el monstruo que destruye su país desde su fundación: la avaricia del capitalismo. Lo vimos en Pozos de ambición, donde esa fiebre petrolera manchaba cualquier fortuna. Lo vimos en The Master, donde la avaricia por el poder y el dinero llevaba a la exaltación de personajes como Lancaster Dodd. Y ahora, lo vemos y lo sentimos en esta adaptación de Puro vicio, la fantástica novela de ese misterioso escritor heredero de Faulkner. Un libro, y por extensión un guion, que retrata los setenta americanos en la ciudad de Los Ángeles, en ese preciso momento donde el neocapitalismo se apuntalaba como el sistema económico que dominaría la sociedad, como bien se ve en esa trama de especulación urbanística que desarrolla la cinta.

Con tono de farsa, este estiloso y embriagador noir pierde toda coherencia narrativa, pero eso no importa. Anderson ha respetado la estructura de Pynchon y ha dado la gran lección de cómo adaptar una novela. La trama está siempre en un segundo plano, mientras que lo que capta nuestra atención es ese friso de personajes que va desde el detective Doc Sportello, a los policías fachas, a los hippies fumetas, a los negros, policías corruptos y fachas, gánsters, moteros nazis, judíos que desean ser nazis, prostitutas, los dentistas salidos...  Anderson muestra una vez más que sus películas tienen una fuerza visual extraordinaria y que siempre sabe rodearse del reparto perfecto. Joaquín Phoenix es uno de los mejores actores vivos y en Puro vicio borda un papel que va de lo ingenuo a lo excéntrico, dando una lección a Johnny Deep.  Destacable es también la interpretación del antagonista, Josh Brolin. Un policía facha, un precursor de todos esos telepredicadores del Tea Party que ahora, con Obama en la presidencia, están en pleno auge.

Lo que aporta Thomas Anderson a la genial novela de Pynchon es su apasionante fotografía y que, pese a recordarnos a películas detectivescas o a cintas como El Gran Lebowski o Miedo y asco en Las Vegas, con ese halo fumeta y lisérgico que exhala la cinta de principio a fin, Puro Vicio es totalmente novedosa. Nada se le parece. El realizador de Magnolia o Boogie Nights ha recortado tramas y personajes del libro, pero ha sabido quedarse con la esencia de Pynchon, la crítica sociopolítica de un tiempo que marcó muchas de las pautas que hoy padecemos. Puro vicio rastrea el instante en que América despertó del sueño americano y hasta hoy.

Probablemente no sea una película para todos los públicos, hay demasiadas referencias, demasiadas tramas, demasiados frentes abiertos; pero es una de las grandes películas del año.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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