La ‘luna de miel’ (y de hiel) del papa
Levantar el secreto bancario en el Vaticano es más difícil que revelar el secreto de Fátima
Roma
A los dos años de su elección en el último Cónclave, Jorge Mario Bergoglio y las comunidades católicas de todo el mundo siguen viviendo una luna de miel, reflejada en casi todos los medios de comunicación y exenta prácticamente de acritud. La modestia de un pontífice que renunció al palacio y a los autos de lujo, sus palabras de cercanía a los excluidos, a quienes sufren y contra las desigualdades e injusticias sociales han hallado un amplio consenso y eco en los creyentes. Y también en muchos agnósticos e, incluso, ateos.
La 'luna de miel' (y de hiel) del papa Francisco
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Solo algunos círculos progresistas han abierto un debate, cerrado y limitado, sobre algunas afirmaciones, gestos y reformas del Papa. Su benevolencia al proclamar que “Dios perdona todo” ha generado una agria discusión en Italia. ¿También –se han preguntado algunos intelectuales- al mafioso arrepentido que sepultó vivo un niño en cal viva y después volvió a matar? ¿También a Hitler, si segundos antes de morir se hubiese arrepentido del asesinato de millones de judíos, gitanos y civiles europeos?
Los mismos círculos de discusión observan que a pocos días de su frase sobre las relaciones sexuales “no hay que ser como conejos”, en el avión de regreso de Filipinas, siguió una defensa a ultranza de la familia numerosa en una homilía en la Basílica de San Pedro. Destacan, además, la pérdida de sus brillantes improvisaciones del primer año de pontificado y de frescura en sus mensajes leídos en los últimos meses. En paralelo, señalan el anacronismo creciente de algunos gestos, como pedir a los fieles asistentes al Ángelus, como si fueran estudiantes de las tablas de multiplicar, que repitan con el Papa hasta tres veces frases como “la misericordia divina no tiene límites” (6/04/2014) o “con Jesús, el júbilo en casa” (14/12/2014).
Reformas ¿Qué reformas?
Al margen de las nimiedades catequísticas, la prueba del algodón del pontificado de Francisco está en las reformas iniciadas, no concretadas y de dudosa conclusión. Los cambios pastorales, en materia de sexualidad y familia, en la estructura de la Curia Romana y en las finanzas Vaticanas son inciertas y accidentadas. Las frases del Papa “¿y quien soy yo para juzgar a los homosexuales?” o “no al sexo sin amor” se interpretan como una apertura y una condena sin paliativos de la prostitución, respectivamente. Pero no van más allá de la valentía de Francisco, no cambian la posición doctrinal de la Iglesia de desaconsejar el uso del preservativo. Incluso el renovado Sínodo de los Obispos, llamado en octubre pasado a pronunciarse sobre los nuevos desafíos pastorales, solo supo aplazar toda decisión a una próxima asamblea.
Otro ejemplo de tortuosa reforma es la unificación de los tribunales de la Santa Sede, que deben ejecutar, entre otras materias, la tolerancia cero que ha impuesto Francisco frente a los abusos sexuales de religiosos a menores. La fusión ha demostrado que no garantizaba la funcionalidad de los diversos órganos judiciales. Marcha atrás también en la transformación de la Secretaría de Economía en un superministerio de gestión y vigilancia financiera de los dicasterios, decisión elogiada en su momento por los vaticanistas. Sus funciones de control del patrimonio del Vaticano se han suspendido ahora, al ponerse en evidencia que el vigilante del tesoro no podía ser al mismo tiempo el tesorero vigilado.
Final de la banca vaticana ‘offshore’
La ingeniería financiera del Vaticano tiene su motor en la banca vaticana, eufemismo popular del IOR, Instituto para las Obras de Religión, con una única sede en la Torre Nicolás V, la antigua prisión del territorio pontificio, un paraíso fuera de la ‘aguas’ territoriales del sistema bancario internacional en las últimas décadas. Los numerosos escándalos de lavado de dinero, financiaciones ilegales, operaciones ilícitas, fraudes fiscales o tránsito de capitales de la mafia hubieran sido suficientes para desencadenar su cierre en cualquier otro estado del mundo. Sin embargo, la Comisión cardenalicia de Vigilancia solo se convenció de su reforma hace unos cuatro años cuando constató los riesgos de circular con maletines, ante los controles de la Guardia de Finanzas de Italia, y del escudriño de transferencias interbancarias, muchas de las cuales terminaban a manos de los fiscales de delitos monetarios.
Hoy, el cerco al IOR se ha cerrado tras los bloqueos de la Banca de Italia, la desconexión temporal de los cajeros automáticos en el Vaticano, el secuestro judicial de capitales en otros bancos y, en última instancia, los recientes acuerdos de suspensión del secreto bancario del gobierno de Italia con Suiza, Lichtenstein y Mónaco. Ahora sí, la convicción de sus eminencias de la necesidad de armonizar su banca es total. Cuando han visto las barbas del vecino pelar han iniciado incluso las negociaciones de colaboración fiscal con el primer ministro Matteo Renzi y de levantamiento del secreto bancario, más difícil que desvelar el secreto de Fátima.
Los titulares de al menos 359 cuentas corrientes utilizaron el IOR como banca offshore. En los últimos meses se han cancelado 755 cuentas de laicos y unas 2.600 de otros clientes, 359 de los cuales han transferido en pocos meses el 88 por ciento de 44 millones de euros a otros bancos italianos. Permanecen abiertas 19 mil, con unos 12 mil millones en bienes y depósitos, pertenecientes principalmente a institutos religiosos de todo el mundo católico. La entidad, teóricamente sin afán de lucro, ha moderado sus inversiones especulativas, ya no concede préstamos ni abre cuentas anónimas. El acceso al IOR está reservado desde hace medio año a eclesiásticos, diócesis, funcionarios y embajadas acreditadas ante la Santa Sede. Aun así, sigue pendiente la cooperación de la banca vaticana con los principales bancos centrales del mundo, especialmente en la lucha contra el blanqueo de dinero negro.
Con la Iglesia han topado las reformas
Las reformas que, de algún modo, el Colegio cardenalicio encargó a Francisco al elegirle en Cónclave, se estrellan contra la Muralla Leonina que rodea el Vaticano. La burocracia administrativa y la complejidad en el diseño de una simplificación efectiva de los organismos de la Santa Sede frenan todo avance, pastoral y estatal. Se estrellan, además, ante el inmovilismo de algunos “obispos y sacerdotes que -como les advirtió Francisco- ceden a la tentación del dinero y de la vanidad arribista de pastores, transformándose en lobos que devoran la carne de sus ovejas” (13/05/2013).
El pontífice no se muerde la lengua. En víspera de Navidad amplió las plagas de Egipto con los nuevos males de la Curia, “la petrificación mental, el alzheimer espiritual y la esquizofrenia existencial”. Para el cardenal hondureño Oscar Andrés Rodríguez Madariaga, presidente del Consejo para las reformas, uno de los hombres más cercanos al Papa, “es lógico que quienes estaban habituados a otros tiempos se resistan a una simplificación del estilo de vida curial” según ha declarado al diario La Repubblica.
Si el Papa mantiene su empeño, los primeros resultados de su reforma podrían llegar en 5 o 6 años, el tiempo necesario para que los altos funcionarios y los jerarcas, que el pontífice ha descrito como “la última corte de Europa”, lleguen a la edad de jubilación. Peccato, como dicen los italianos, porque en el segundo aniversario de su elección, Jorge Mario Bergoglio ha desvelado “un pequeño y vago sentimiento: mi pontificado será breve –ha declarado a Televisa de México. Cuatro o cinco años, no lo sé, quizás solo dos o tres. Y ya han pasado dos” –ha añadido el Papa.