Mejor trabajo, educación y sanidad que torres de cristal

Madrid

Fráncfort sufrió ayer una auténtica batalla campal, de similar magnitud a aquellas que se vivieron en Washington, Praga o Génova en los comienzos de este siglo, protagonizadas por movimientos antiglobalización veteados de grupos organizados y belicosos, y una policía que no se andaba con contemplaciones.

350 detenidos, 35 heridos entre manifestantes y agentes y siete coches de policía quemados, dan suficiente idea de cómo se las tuvieron ayer en Fráncfort. Miles de manifestantes, algunos de ellos con la parafernalia habitual, capucha incluida, aprovecharon la inauguración de la nueva sede del Banco Central Europeo para mostrar su rabia contra unas instituciones que llevan demasiados años alejadas de las necesidades de los ciudadanos. No es fácil justificar la construcción de un edificio que ha costado la friolera de 1.200 millones, 350 más de lo previsto, para albergar una sede bancaria faraónica cuando la política de recortes salvajes de esas instituciones europeas ha llevado a la miseria a cientos de miles de ciudadanos.

Por supuesto que son condenables las actuaciones violentas de determinados grupos, etcétera, etcétera. Ha dicho el presidente de la institución, Mario Draghi, que el monumental edificio es un símbolo de “lo mejor que Europa puede lograr junta”. Pues poca cosa es, si esto es todo lo que puede ofrecer. Los europeos no queremos grandiosas torres de cristal. Nos basta, por ejemplo, con un digno Estado del bienestar.