'La dama de oro' Venganza histórica
Drama histórico y biográfico sobre la expropiación nazi
Madrid
Simon Curtis, director británico de Mi semana con Marylin, realiza esta historia basada en hechos reales. Helen Mirren interpreta a Maria Altman, una mujer judía que, tras huir de Viena en la Segunda Guerra Mundial, decide reclamar una obra del célebre pintor Gustav Klimt, La dama de oro, a la galería Belvedere, en la que lleva expuesta más de 40 años, tras ser saqueada de sus pertenencias por los nazis. El cuadro en cuestión es el retrato de Adele Bloch-Bauer, tía de la protagonista. Y para recuperarlo, iniciando un arduo y farragoso proceso legal, cuenta con la ayuda del joven abogado Randy Schoenberg, interpretado por un caracterizado Ryan Reinolds.
Se trata del clásico enfrentamiento de David contra Goliat, esta vez con una viejecita excéntrica pero adorable que, junto a un joven e inexperto abogado, se enfrenta a un país que no sólo no le devuelve lo que era suyo originariamente, sino que además no admite la ilegalidad de la situación. La expropiación nazi de obras de arte es un argumento que rema a favor de la película, cinematográficamente hablando: el tema, como todos aquellos relacionados con los estragos del nazismo, es interesante, incluso fascinante. Más si está en juegouna obra considerada "La Mona lisa vienesa", de un artista tan conocido como Klimt. Y más si 50 años después de la guerra se obliga a todo un país a enfrentarse con su pasado. Todos valores en alza, en este perfecto pasatiempo, de entretenimiento asegurado.
La narración es poco elegante, con esos flashbacks chirriantes, esos diálogos sin fin, esa falta de matices, aproximándose demasiado a un TELEFILM. Pero también es efectiva, en su manejo de la información relevante, con varios giros narrativos que mantienen en vilo. Y los personajes sufren un desarrollo muy interesante, pasando paulatinamente de la buena voluntad y el anhelo de justicia a cierto deseo de venganza, histórica y personal, por culpas pasadas no asumidas, arrogancias presentes poco nobles, y viejos rencores nuevamente nutridos. Un panorama que dificulta el perdón y fomenta el escarmiento, tan reprobable como humano.
En cualquier caso, más allá de los buenos o los malos, de los judíos y los nazis, de los simplismos con función didáctica, y del enfoque edulcorado, en la superficie nada una idea, la idea más interesante que plantea esta historia: ¿a quién pertenece el arte?