Contigo dentroContigo dentro
Ocio y cultura
Las cosas de La Tana

Dos rombos

Esta semana, Celia Blanco reflexiona sobre la importancia de la educación sexual

Getty Images

Madrid

Claro que vi los dos rombos y creo que fue por eso por lo que me quedé a ver la película. Si mis padres no se hubieran ido a dormir me habrían mandado a la cama en cuanto se hubieran percatado del tipo de historia que comenzaba en el televisor del cuarto de estar. Mi madre incluso habría usado la zapatilla para obligarme si hubiera sido necesario.

Los dos rombos eran algo muy fuerte. Significaban lo prohibido, lo maldito. Y aquel domingo por la noche vaya si cumplieron. En la primera escena ella, de unos dieciocho años recién cumplidos, lo encuentra a él. Un hombre un poco mayor, con planta de golfo de barrio, que la agarraba con fuerza entre las piernas y le preguntaba: “¿Aún eres virgen?” Cuando ella contestó que sí, el hombre respondió con rotundidad: “Avísame cuando dejes de serlo y yo no dejaré de hacerte feliz”.

Me hubiera gustado poder preguntar a alguien si es que había alguna virgen más además de la Virgen María que variaba de nombre dependiendo del pueblo por el que la pasearan. A partir del siguiente encontronazo, el hombre y la mujer no dejaron de buscar estar a solas, desnudos, dándose esos besos largos que incomodaban a cualquier padre que yo pudiera conocer. Dudé si la virginidad de la que hablaban iba también acompañada de un hijo salvador, como lo fue nuestro niño Dios, pero en toda la película no apareció ninguno.

Vi a cambio manos de hombre agarrando las tetas mucho mejor que cualquier sujetador de los míos. Bocas húmedas una junto a la otra, separándose tan solo para ungirse en lametazos. Las sábanas con las que se cubrían tenían recovecos bajo los que intuí movimientos que no había visto hasta entonces. La mujer lucía todo eso que se le presuponían a las princesas de los cuentos, sólo que la princesa de aquella película de dos rombos, elegía que la despertaran de su letargo de un modo que para mí era absolutamente desconocido.

Por su cara, él había cumplido su palabra haciéndola feliz.

Dudé de si lo que sentía ella cuando él estaba encima podía parecerse a lo que a mí me ocurría cuando antes de quedarme dormida me frotaba con la almohada abrazada entre mis piernas.

Cómo me hubiera gustado enterarme de todo lo que podía suceder bajo unas sábanas con la misma precisión con la que me enseñaron que los dos diamantes rojos de algunas películas implicaban automáticamente que no podían verse, que estaban prohibidas..

Hubiera aprendido que hay padres que optan por el método del aspaviento para ayudar a crecer a sus hijos. Y así habría elegido no parecerme a ellos mucho antes de haber visto la película con la que yo deseé por primera vez algo más que una maldita almohada de cama entre mis piernas.

Me había convencido el método del hombre de la película con dos rombos: "Y yo también quería ser feliz."

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00