Una nueva amiga. Cuento de hadas kitsch
El director prolífico François Ozon, que filma una película por año, vuelve con una historia sobre las elecciones personales y sus consecuencias
Madrid
Una nueva Amiga comienza en el paraíso de las amistades infantiles. Dos niñas, Claire (Anais Demoustier) y Laura (Isild Le Besco) son inseparables. En un montaje vertiginoso Ozon sobrevuela el primer cuarto de siglo de sus vidas lleno de emociones, de compromisos y de tragedias. A penas recién casada, Laura enferma y muere dejando un esposo David ( Romain Duris) y una niña de pocos meses.
Las imágenes en un primer momento luminosas, se enfrían en la agonía de Laura. Los decorados a la vez realistas y estilizados, los personajes que atraviesan lugares comunes de la existencia con una carga emocional excesiva pero que sin embargo funciona en ese universo tan kitch, tan melodramático, manifiestan la singularidad del cine de François Ozon.
Después de la muerte de Laura (desde que Otto Preminger dirigiese una película con ese nombre, significa la ausencia en la pantalla pero la omnipresencia en la película), Claire cae en una depresión de la cual su abnegado marido (Raphael Personnaz) intenta sacarla. Para no sentirse sola en su duelo decide ir a visitar a Davis y a su hija, y aquí empieza esta historia hacia la libertad. Siempre Laura presente, y en cierto modo resucitada, ambos amigos inician un camino del cual será imposible regresar.
Una historia sobre la identidad sexual, sobre el descubrimiento y la aceptación. Sobre nuevas emociones, aventuras, ilusiones y todos los juegos que eso conlleva, y en secreto. Una cinta artificiosa, superficial, exagerada, ironíca, de poca credibilidad pero que resulta atractiva.