Mad Max resucita en Cannes
George Miller, el director de la saga, defiende la cuarta entrega como una novela gráfica y sin diálogos
Charlize Theron y Tom Hardy (R), junto al director George Miller / ERIC GAILLARD (Reuters)
Cannes
División de opiniones en el templo del cine francés: aullidos de emoción y ronquidos de aburrimiento con tapones en las orejas. El Gran Teatro Lumière de Cannes con sus más de 2.000 butacas se ha partido en dos en la mañana del jueves 14 de mayo.
En el día D del estreno mundial del retorno de Mad Max al asfalto, ‘Mad Max, Furia en la Carretera’, la nueva entrega de la saga setentera ha dado una clase magistral de atmósfera visual: un auténtico viaje al infierno del desierto de Namibia sintiendo que los actores han tragado kilos de arena y que los coches no llevaban aire acondicionado.
Miller ha recurrido a los viejos especialistas para rodar una brutal persecución, dos horas sin parar, recurriendo al apaño digital lo mínimo posible. Impecable, sí, pero a ratos aburrida. Suena a sacrilegio pero la racanería del guion – un story-board que se limita a huida va, huida viene- hace que le sobren 30 minutos de metraje para aquellos espectadores que no tiene paladar para la acción extrema.
Hemos empezado por el desierto, porque sencillamente este escenario es la gran estrella de esta vuelta de Max. ¿Y qué tal resulta Tom Hardy como heredero del trono de Mel Gibson? Poca cosa. Hardy no tiene el carisma del héroe y se deja comer por la impresionante Charlize Theron, que con la cabeza rapada y manca, se convierte en la heroína indiscutible de la película.
Hoy en Cannes se ha hablado del tono feminista de la película: “Es una gran oportunidad interpretar a una mujer que quiere no ser un hombre y a la que tampoco suben a un pedestal”, ha dicho una Charlize Theron algo rutinaria en sus respuestas. Sin embargo, hay escenas que sonrojan por su babosería machista como la presencia de esas cinco famélicas jovencitas que salva Theron del villano Immortan Joe y cuya escapada sirve de excusa para este rally tan desmesurado y brillante.
Miller ha tardado 12 años en poner en pie este proyecto que ha terminado hace dos semanas. Tras siete meses de rodaje y 450 horas de metraje que al final se han quedado en dos, Miller se presentaba ante la prensa agotado y sin ganas de pensar en otro asalto del loco Max: “Eso es como preguntarle a una mujer que acaba de parir a un hermoso niño que cuándo quiere tener el siguiente. Esa es mi respuesta. Acabo de terminar el parto”.
