Cannes se rinde a la disección de las emociones de Pixar
´Inside Out´, el nuevo reto de Pixar ha logrado la ovación más potente de este sesudo festival de Cannes al adentrarse en la mente de una niña y retratar sus emociones
Cannes
Ni el drama de la banalidad del mercado laboral francés que muestra La loi du marché (Stephan Brizé) -que en realidad es el de cualquier país occidental-, ni la catarsis familiar del primer mundo de Louder than bombs (Joachim Trier); el gran aplauso este lunes, y de todo el festival, se lo ha llevado la nueva película de Píxar, Inside Out, presentada fuera de concurso y que se estrenará en julio en España.
Píxar vuelve a revolucionar la animación, igual que hizo con Toy Story. En Inside Out también hay dos mundos retratados, pero en lugar de juguetes frente a realidad; ahora Píxar se decanta por algo todavía más complejo: retratar el funcionamiento de la mente de una niña, desde que nace hasta que llega a la temida adolescencia. “Sabíamos que era algo especial, queríamos recrear algo que todo el mundo conoce pero nadie ha visto“, decía John Lasseter, director de la compañía, consciente del esfuerzo que ha supuesto este nuevo reto para Píxar.
Lo que parece un complejo mecanismo, se convierte en una deliciosa película que derrocha emoción y originalidad a partes iguales con la disección de las emociones y la memoria. Ira, asco, miedo, tristeza y alegría son las cuatro emociones que dirigen la vida de esta niña feliz que ha de sobreponerse a una mudanza de Minnesota a San Francisco. El verdadero duelo se establece entre la tristeza y la alegría, dos emociones que definen al ser humano, como explicaba Peter Docter, director de la cinta y responsable también de títulos como Up y Monsters S.A.
Como en toda película de Píxar, el guion es la gran baza de Inside Out. “Nuestra forma de hacer películas es como la del resto. Construimos la historia y no solo pensando en los niños, también en los adultos“, explicaba Docter. La actriz Amy Poehler es la encargada de ponerle voz al personaje de la Alegría. ‘Es como una madre“, decía Poehler, que comparaba su personaje en la cinta con el de Parks and Recreation, una política local: “Es alguien que está diciendo a todo el mundo que las cosas van bien“
La sección oficial analiza los males de la sociedad actual: la crueldad del capitalismo y la incomunicación
Un día después de su proyección, Carol de Todd Haynes se mantiene como la gran favorita hasta el momento y ha eclipsado por completo a las dos películas de competición de hoy: Louder than bombs del noruego Joaquim Trier y la francesa La loi de marché de Stéphane Brizé. Las dos resultan correctos retratos de los males de la sociedad occidental, pero que no alcanzan la potencia perturbadora de la historia de amor entre Cate Blanchett y Rooney Mara en la represiva sociedad americana de los años 50 y que está sólidamente encaminada hacia la Palma de Oro.
Louder than bombs es un sutil puzzle del caos emocional que deja el suicidio del personaje de Isabelle Huppert, una prestigiosa fotógrafa de guerra, cuya ausencia deja en un pozo de aislamiento e incomunicación a su marido, que interpreta Gabriel Byrne, y sus dos hijos, Jesse Eisenberg y el adolescente Devin Druid. El gran acierto de esta historia es el retrato de la emocionalidad de estos tres personajes masculinos que viven perdidos tras la ausencia de la madre. En su laberinto de silencios aprenden a encontrarse y salir del duelo. Trier retrata bien ese dolor pero deja un halo de superioridad y distancia en sus personajes que enfrían la película y la debilitan.
Mucho más profunda aunque excesivamente lenta y parsimoniosa, resulta La loi de marché del francés Stéphane Brizé que mira de manera descarnada la alienación que ha producido esta crisis, que deja a su protagonista, Vincent Lindon, en paro y una situación económica desesperada, aunque él intenta por todos los medios no perder la decencia y la dignidad.
Lindon interpreta a un parado de 50 años que acepta el trabajo de vigilante en unos grandes almacenes. Su labor consiste en vigilar a clientes y trabajadores para que no roben, de tal manera que se convierte en una deshumanizada pieza del sistema que denuncia y hace despedir a personas que roban para comer. Mirada a mirada, gesto a gesto, vemos a Lindon consumirse en la humillación y dejar al espectador con el peso de la responsabilidad del cobarde silencio compartido. Brillante en su interpretación y contenido, pero aburrida en su desarrollo.