Abran las puertas, que no está el horno para bollos
Reflexión sobre las negociaciones postelectorales caracterizadas por el "secretismo"

Abran las puertas, que no está el horno para bollos
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Madrid
Dicen Salvador Victoria y Lucía Figar que dimiten de sus cargos en la Comunidad de Madrid “para facilitar los pactos”. Los dos consejeros, criados como políticos en la acreditada factoría de imputados en casos de corrupción conocida como Esperanza Aguirre, no se van porque consideren que las imputaciones hechas por un juez que les mete de lleno en la vergüenza de la Operación Púnica, ya eran razón suficiente para dejar de vivir del presupuesto. No, no, en absoluto. Se van porque así favorecen que su partido, el PP, ahora en manos de Cristina Cifuentes, pueda intentar seguir llevando las riendas de la Comunidad de Madrid.


Albert Rivera se ha apresurado a adjudicarse el mérito de la dimisión. Y seguramente tiene razón, porque el PP no es partido –ni ningún otro, por cierto- en el que proliferen las dimisiones por voluntad propia. Seguirán, pues, unas negociaciones sobre los pactos que amenazan, cuidado, cuidado, en sembrar nuevamente dudas sobre la honestidad de la política. ¿Es necesario este ridículo secretismo, más propio de una banda de rufianes repartiéndose el botín del atraco al banco, que de unos servidores públicos que han competido con limpieza en las urnas?
Se entiende la reserva pero no la ocultación. Abran las puertas y cuenten qué se compra y qué se vende. ¿Tampoco lo entienden estos chicos tan nuevos y transparentes de Podemos o Ciudadanos?




