El padre de Internet
El responsable de la primera transmisión de información entre ordenadores a larga distancia, Leonard Kleinrock, visita 'A vivir...'
Leonard Kleinrock: 'Fue un día normal, aunque era la primera vez que dos máquinas se comunicaban'
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Madrid
1969 fue un año particular. Había música en Woodstock, hombres en la luna y una comunidad científica en ebullición. En octubre de ese año, en un despacho destartalado en la Universidad de California, en Los Ángeles, un profesor de tecnología logró que un ordenador transmitiera una letra a otro ordenador situado en San Francisco y, en ese momento, Leonard Kleinrock inventó internet.
¿Aquello fue un 'momento eureka'? ¿Eran conscientes de lo que estaban haciendo?
No fue un 'momento Eureka'. Era un experimento de ingeniería. Sabíamos que tendría un impacto, pero no teníamos una cámara para filmarlo, o una grabadora. Sólo lo anotamos en una libreta en la que registrábamos nuestra actividad cada día. Eramos un par de personas en la Universidad de California, y otro en la de Stanford. No fue un gran acontecimiento.
Eran solamente tres letras las que querían transmitir de un ordenador al otro L-O-G y creo que el ordenador se colgó. Solo lograron transmitir dos.
Todo lo que queríamos hacer era conectar nuestro ordenador con uno que estaba a cientos de kilómetros del nuestro en el laboratorio de investigación de Stanford. Queríamos entrar en ese ordenador y manejarlo como si estuviéramos allí. Para entrar teníamos que escribir L-O-G y el ordenador remoto sería capaz de añadir las letras IN, que es lo que en inglés se usa para entrar en un ordenador. Así que para asegurarnos de que lo estábamos haciendo bien y probar esta nueva tecnología, lo que hacíamos era ir hablando por teléfono. Es paradójico que usáramos la tecnología telefónica para desarrollar una tecnología que, de algún modo, acaba con la telefonía. Así que escribí la L y pregunté por teléfono “¿Os ha llegado la L?” Si, me dijeron. Escribí la O y pregunté “¿Os ha llegado la O?” Si. “¿Y tenéis la G?”… y se colgó. El ordenador de Standford se colgó. No fue culpa de nuestro ordenador, no fue culpa de Internet, fue su ordenador.
Todavía no era Windows...
No, desde luego no era Windows.
¿Aquel momento fue para ustedes un día más? ¿Al día siguiente llegaron y siguieron trabajando?
Fue un día normal, aunque era la primera vez que dos máquinas se comunicaban a través de una red de datos. En ese sentido era un acontecimiento importante, pero éramos una red pequeña que no pretendía crecer mucho. El plan inicial era construir 19 nodos, eso es lo que nos encargaron. Así que no podíamos imaginar que acabaría significando lo que significa para la sociedad. Nosotros estábamos haciendo nuestro trabajo como ingenieros. Al día siguiente fuimos a trabajar como un día más y seguimos con lo nuestro, y anotando en nuestra libreta que habíamos hablado con el ordenador de Stanford.
¿Qué hay de leyenda y qué de verdad en el origen militar de Internet?
Hay una leyenda urbana sobre los requisitos militares de la Arpanet, que es el origen de Internet. No había una aplicación militar pensada de antemano en lo que a nosotros como investigadores se refiere. Arpa pretendía servir de apoyo a los científicos de Estados Unidos, pretendía unir sus ordenadores, para compartir sus recursos, el hardware, el software, las aplicaciones y los servicios, no pretendía proteger a Estados Unidos de un ataque nuclear o de un problema militar. Mucha gente piensa que Internet estuvo influenciada o movida por motivos militares y eso es falso.
Internet creció de una manera lenta en los primeros 25 años si lo comparamos con el crecimiento de la última década, ¿hubo algún elemento que disparó Internet tal y como lo conocemos hoy en día?
Lo primero que se percibe si se fija en el número de ordenadores unidos a Internet entre 1969, el día en el que teníamos el primero, hasta después, cuando teníamos dos, tres y cada vez más, hasta hoy, es que ha crecido de manera exponencial en todo ese período de tiempo. Pero cuando el número era pequeño, se podía apreciar porque era pequeño. Hubo una serie de acontecimientos que permitieron ese crecimiento exponencial. La aparición del correo electrónico significó la primera aplicación que acaparó el tráfico de Internet. Nadie pensaba que el correo electrónico sería tan importante. Se añadió como un servicio más y en unos pocos meses acaparó el tráfico. Pero los primeros usuarios eran todos científicos informáticos, un pequeño grupo de gente que se conocía entre sí, que confiaban los unos en los otros, con un código ético, para compartir y ser abiertos. Era una comunidad con normas de buen comportamiento en la red, nos ajustábamos a unas normas correctas que nos exigíamos a nosotros mismos. Y hay varias razones por las que creció más y más. En todo caso, el momento en el que salió del entorno científico al resto del mundo fue al final de los años 80, cuando la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos se hizo cargo del Arpanet, que pronto empezaría a llamarse Internet, y lo abrió a todos los científicos, no sólo a los informáticos: biólogos, químicos, físicos, oceanógrafos, psicólogos. Ese es un acontecimiento que sentó las bases. ¿Pero dónde trabajaban estos científicos? Trabajaban en una universidad o en un laboratorio químico. ¿Y qué hacían con Internet? Lo usaban sólo para correo electrónico. De vez en cuando enviaban algún archivo, pero sobre todo correo electrónico. Fue entonces cuando los directivos de las empresas vieron a los científicos usar esa magnífica herramienta que era el correo electrónico y dijeron: “Nosotros también lo queremos”. Así es como empezó el proceso, y pronto empezaron a aparecer las primeras “punto coms”. Segundo acontecimiento: Al Gore.
Que inventó Internet...
El término no se le ocurrió a él, pero sí inventó la expresión “la autopista de la información”. Fue la persona más influyente en el Congreso. La gente se ríe cuando hablan de él, pero no deberían hacerlo, porque fue el mayor impulsor de Internet, sobre todo en el Congreso de Estados Unidos. Lo apoyó. Yo comparecí ante un subcomité del Senado a petición suya para explicar lo que significaba esta red. Lo que hizo Al Gore fue convencer al primer presidente Bush de que firmara una ley -una de sus últimas como presidente- en 1991 que establecía las bases de la red. En ese punto ya lo teníamos todo pero faltaba todavía un interfaz de usuario limpio y confortable. Y ahí es donde aparecen los navegadores tal y como los conocemos ahora, y eso hace que la red pase a manos del consumidor. A partir de ahí el crecimiento es explosivo. No fue un gran cambio, fue una continuación de ese crecimiento exponencial, pero de ahí hemos pasado a una red social que permitía a mi madre de 99 años estar en Internet.
¿Hasta esa edad estuvo en Internet?
Empezó a usarlo cuando tenía 95 años, hasta que murió a los 99.
Usted tuvo a su madre de 99 años en Internet al tiempo que tenía a sus nietos en Internet.
Mis nietos están en Internet mucho más de lo que yo estoy.
Uno de los eslóganes de los republicanos durante la campaña presidencial de Al Gore en el año 2000 era: "Al Gore, el tipo que inventó Internet y, por lo tanto, el tipo que te lo puede quitar".
Ninguna de las dos cosas son ciertas. No inventó Internet. Y de hecho lo que dijo en su día fue tergiversado. Lo que dijo es que convenció al gobierno para que se volcara en Internet y consiguió una enorme financiación para ponerlo en marcha. Y no puede quitárnoslo. Nadie puede.
Como padre de la red, ¿al cabo de cuántos años empezó a intuir que podría haber un lado oscuro en Internet? El spam, los bots, los virus...Y el otro lado mucho más terrible: la misogía, el racismo...
En los primeros años éramos un grupo ético y fiable y así estuvimos durante 20 años. En 1989 apareció el primer virus informático. Atacó muchos ordenadores. Lo vimos y pensamos que era una pequeña aberración, algo que sería poco habitual. Deberíamos haber prestado más atención. Seis años después llegó el primer envío masivo de correo no deseado, de spam. Lo que nos horrorizó. No era algo peligroso, pero era muy incómodo. El correo lo enviaban unos abogados que ofrecían a inmigrantes la posibilidad de lograr una tarjeta de residencia. Nos pusimos en contacto con esos abogados y les pedimos que pararan. Y llegó un momento en el que les enviamos tantos correos que acabamos bloqueando sus servidores. Es interesante porque fuimos nosotros los que hicimos el primer ataque de denegación de servicio como consecuencia de estos correos no deseados. Pero no era un caso de maldad informática. La maldad llegó después, cuando empezamos a ver robos de identidad, fraudes y, ahora, países que usan Internet para el sabotaje. El lado oscuro de Internet empezó a aparecer a finales de los años 80 y no ha parado desde entonces. Piense en lo que puede hacer Internet. Un individuo sentado en su cuarto, sucio, feo, en una habitación desordenada, con un ordenador puede contactar con millones de personas de manera instantánea, eficaz, sin prácticamente ningún coste económico o de esfuerzo, y anónimamente. ¡Es maravilloso! ¡Es terrible! Es una fórmula perfecta para el lado oscuro. Desde entonces hemos visto que se aprovecha de esa capacidad y se lleva hasta el borde del terrorismo. Es una situación terrible. Ahora bien, si usted me pregunta si merece la pena que exista Internet a pesar de esto, le diría que sí, por descontado, pero el lado oscuro es un problema contra el que es muy difícil protegerse. Cuando construimos Internet a finales de los 60 o principios de los 70, no incorporamos una protección frente a esto. Y no lo hicimos por dos razones: una, nos fiábamos de la gente. Y dos, no queríamos poner ninguna limitación al número de gente que podía unirse. Queríamos que creciera rápidamente. Si hubiéramos incorporado limitaciones Internet posiblemente no sería lo que es hoy en día. Sería otro tipo de red, quizá privada, quizá gubernamental, pero no el Internet enorme y accesible que tenemos hoy. Lo que deberíamos haber hecho era instalar filtros de seguridad en la arquitectura inicial del diseño de Internet. En concreto dos: primero, un sistema de autenticación del usuario más potente, capaz de demostrar que tú eres tú y yo soy yo, y, segundo, un sistema más fuerte de autenticación de los ficheros. De modo que cuando me mandas algo yo sepa que nadie lo ha alterado y que lo que yo recibo es lo que tú quieres mandarme. Lo que deberíamos haber hecho era haber establecido ese sistema y haberlo activado de manera paulatina a medida que ese lado oscuro avanzaba. No nos habría protegido del todo contra lo que tenemos hoy, pero lo habría ralentizado y en algo habría ayudado.
¿Habría contribuido a que nuestra privacidad estuviera un poco más segura de lo que está ahora?
Dudo que hubiera tenido mucho impacto en la privacidad. No tenemos privacidad. Hay que aceptarlo…
Eso lo digo yo a mis hijas.
Es que es así. Recuerde que todos sacrificamos nuestra privacidad de manera voluntaria. La primera vez que ponemos nuestro número de teléfono en un listín telefónico, la primera vez que usamos una tarjeta de crédito, o vamos de aquí para allá con un teléfono móvil o nos registramos en la habitación de un hotel estamos dando información de quiénes somos, dónde estamos, cuándo estamos… el hecho de que haya organizaciones que abusen de esto es una pena, pero básicamente les hemos dado permiso, les hemos dado la información. La única manera de conseguir privacidad hoy en día es despojarse de toda la ropa, tirarse al mar Mediterráneo y confiar en que no haya sonares en la zona. Y probablemente los hay.
Hace 17 años le entrevisté en Washington y le pregunté cómo veía el futuro de Internet. Usted me decía "llegará un tiempo dentro de poco en el que podremos acceder a Internet desde cualquier lugar y sin cables".
Es completamente cierto. De hecho en los años 70 yo mostraba un diagrama en el que se veía a una mujer joven sentada en medio de Central Park, con un ordenador, sin cables, sin enchufes, y desde allí conectada al mundo. Podíamos anticipar este acceso sin cables a Internet muchos años antes de que la tecnología estuviese disponible. De hecho, si uno se pregunta cuando fue concebida la visión original de Internet nos podemos remontar a 1908. Nícola Tesla, una de la personas que inventó la comunicación sin cables, anticipó lo que tenemos hoy, dijo que sería posible para un empresario en Nueva York comunicarse con un colega en Londres de manera instantánea, y enviarle imágenes, diagramas, textos, fotografías, y que sería tan fácil como usar un reloj. No habló de enviar videos porque no existían los videos, pero esa visión tiene más de 100 años. Sólo teníamos que esperar a que la tecnología avanzara y eso ocurrió cuando surgió Internet.
Lo que no anticipó es la aparición y, sobre todo, el boom de las redes sociales.
Tiene usted toda la razón. No fui capaz de anticiparlo. Si me pregunta ahora cuál era mi visión entonces, podría decírselo, pero está incluso escrito en una publicación. El 3 de julio de 1969, antes de que hiciéramos esa prueba, yo describía lo que pensaba que iba a pasar. Yo hablaba entonces de Internet como un sistema siempre encendido, siempre disponible, al que podría entrar cualquier persona con cualquier aparato en cualquier momento, y que sería invisible, del mismo modo que la electricidad es invisible. Desparecería dentro de su propia infraestructura. Pero no se me ocurrió que existirían redes sociales. Nunca se me ocurrió que mis hijos, los suyos o mis nietos estarían en Internet. Cuando empecé a darme cuenta de que eso podía pasar es cuando apareció el correo electrónico y de repente la gente comenzó a comunicarse. Ya no estábamos hablando de ordenadores que hablaban entre sí, no estábamos hablando de gente que se comunicaba con ordenadores; estábamos hablando de gente que se comunicaba con gente. Hubo que esperar a los primeros años 70 hasta que eso surgiera, pero desde luego eso no estaba, en absoluto, en mi visión original.
Cuando pasen 18 años de esta entrevista espero que nos volvamos a encontrar, ¿qué futuro nos espera?
Hay varios elementos en el desarrollo del futuro de Internet. Por un lado está la infraestructura, que es relativamente fácil de proteger. El otro lo forman las aplicaciones y los servicios, que son prácticamente imposibles de proteger. Hablemos de la parte fácil, la infraestructura. Tenemos en los últimos 15 años lo que hemos llamado informática nómada, que significa que puedo coger mi portátil, llevarlo a cualquier sitio, incluso a lugares en los que nunca ha estado como este estudio, y me reconocerá a mí como su usuario, y me permitirá conectar. El segundo aspecto es la ubicuidad: que vaya a dónde vaya esa capacidad de conexión esté ahí. El tercero es los espacios inteligentes, o lo que ahora se llama el Internet de las cosas. Cuando entro en una habitación como ésta, la habitación debería saber que estoy aquí, debería saber que soy yo, debería ser posible que yo preguntara a la habitación Dónde está la impresora, o Conéctame a Internet, y la habitación debería responderme a través de un interfaz natural. El Internet de las cosas es la identificación de la tecnología insertada en los muros de las paredes, en las uñas de mis dedos, en mi cuerpo, en mi coche, en mi mesa, en mi casa. Internet tiene que estar disponible en todos los sitios a través de estos aparatos que serán capaces de sentir, actuar, pensar, recordar, responder a través de cámaras, pantallas, lo que sea. Pero será invisible. La electricidad sale de los enchufes de las paredes, pero no sabemos lo que hay detrás ni nos importa. Solo pensamos “Quiero electricidad”. Tiene que ser lo mismo con Internet. Quiero que sea posible interactuar con Internet de manera natural, con palabras, con hologramas, con imágenes…Los aparatos que tenemos hoy son demasiado complicados. Son de todo menos invisibles. Tienen teclados, aplicaciones, configuraciones, baterías…demasiado complicado. Tendría que ser todo mucho más natural. Y eso lo traerá el Internet de las cosas. Otro aspecto del futuro es la movilidad. Ser capaz de mover estos aparatos de manera fácil. Pero creo que lo más importante es la invisibilidad. Eso estaba en mi visión original de 1969 y todavía no lo hemos conseguido. Y lo que significa todo esto es que Internet se está convirtiendo en un sistema nervioso global. Habrá sensores y actuadores; Internet estará en todos los sitios. Eso en lo que respecta a la infraestructura, la parte fácil. Ahora hablemos de la parte difícil: las aplicaciones y los servicios. Nadie había previsto ninguna de las aplicaciones para las que ahora utilizamos Internet. ¿Correo electrónico? Nadie lo vio venir. ¿Comunicaciones P2P? ¿YouTube? ¿Napster? ¿Facebook? ¿Twitter? Nadie vio venir ninguna de estas aplicaciones y cuando nacieron inmediatamente dominaron Internet, así que lo mejor que podemos decir es que lo único que podemos predecir es nuestra incapacidad para predecir. Hemos creado un sistema que nos va a sorprender siempre.
¿Algún elemento del que se arrepienta de su creación?
Me arrepiento de que no introdujéramos en Internet mejores sistemas de control frente al lado oscuro que tenemos hoy. Pero por otra parte tengo esperanzas. ¿Qué es hoy Internet? En mi cabeza Internet está en sus años adolescentes, y está actuando como un adolescente. Es errático, es malévolo, es impredecible y, sobre todo, se porta mal. ¿Madurará hasta convertirse en un adulto? No lo sabemos. Puede que gire directamente hacia la maldad. ¿Qué podemos hacer para ayudar? Una cosa que podemos hacer es poner todos los sistemas posibles de protección para mejorar la seguridad. Tenemos miles de millones de ordenadores que no podemos controlar, pero sí que podemos empezar a introducir sistemas de encriptación de datos. Hay un sistema nuevo del que veremos los frutos en los próximos años llamado encriptación homomórfica, significa que se pueden codificar los datos y los programas, procesarlos y transmitirlos sin tener nunca que descodificarlos hasta que han llegado al usuario final. De ese modo, si alguien roba la información no pueden leerla porque está codificada. Hasta ahora la encriptacion homomórfica era muy cara porque requiere mucha tecnología, pero se está avanzando mucho. Codificar los datos en Internet es la manera de proteger los datos para que nadie los robe y nadie pueda abusar de ellos.
¿Cómo es su vida ahora? ¿Sigue enseñando? ¿Le gustaría inventar algo más?
Todavía superviso alumnos de doctorado. He dejado de dar clases y así puedo viajar a sitios como Madrid y verle y hablar con usted. Todavía hago investigación en la Universidad. Ahora tengo un encargo de Arpa que consiste en evaluar por qué tuvo tanto éxito en los 60 y los 70 y, sin embargo, su impacto es mucho menor en los últimos 15 o 20 años. Se trata de la cultura de la financiación. Entonces esa cultura era magnífica, pero ahora necesita mejorar. Ahora Arpa nos financia para que le digamos cómo mejorar. Eso es lo que estamos haciendo ahora.
Yo todo lo que puedo decir es: "hola, soy Javier, soy periodista". Usted puede decir: "hola, soy Leonard, e inventé Internet".
Sí, pero no sólo yo. Yo ayudé. Fue todo un ejército de gente.
Javier del Pino
Dirige y presenta 'A vivir que son dos días', sábados y domingos de 8:00 a 12:00 h. Una mirada distinta,...