'Una segunda madre'. Pequeña joya
Ana Muylaert dirige esta película en un Brasil en plena democratización
Madrid
Como en las novelas europeas del siglo XIX, las películas latinoamericanas del siglo XXI relatan las complejas relaciones que unen a los siervos con sus amos y viceversa. Y como en todas las buenas historias en las que se mezclan las clases sociales, la tensión latente de esa relación jefe/empleado, está a punto de estallar. En Una segunda madre’, el punto de inflexión sucede, cuando Jessica, una joven segura de sí misma, inteligente y con una prometedora carrera de arquitectura se va a vivir con su madre Val, una empleada de hogar que vive con sus ricos patronos en Sau Paulo.
Jessica pone patas arriba el orden y ritmo de la casa. La llegada de este mini tornado de modernidad a una casa dónde los roles estaban establecidos, perturba a todos sus habitantes. Jessica representa una generación de clase obrera empoderada, con un nuevo sentido de la dignidad. Ella borra sistemáticamente las fronteras en el trato, en los espacios de la casa (se baña en esa piscina exclusiva para los patronos, se sienta en la mesa para desayunar...), mientras que su propia madre y los dueños de la casa constantemente las vuelven a establecer, dando lugar a una veradera lucha de clases en actos cotidianos de la convivencia.
Val, entonces, empieza a excusarse en nombre de su hija por todo, y a consagrar toda su energía en salvar las apariencias respetando las reglas de un sistema casi feudal.
A favor: El relato va mostrando poco a poco la crueldad a la que Val y su hija están sometidas de una manera sutil y sofisticada. Los personajes están muy bien perfilados, cada uno tiene un peso certero en la película. La directora Ana Muylaert cuestiona también la familia y la educación. Excelente.
En contra: Nada. Vayan a verla, de verdad de la buena.