La sabiduría del buen amor
La perfecta conjunción entre 'Eros' y 'Filiae' para que la pasión de verano dure siempre

Antonio Gala: "El amor perfecto es una amistad con momentos eróticos". / GETTY

Madrid
¿Cuántos tipos de amor existen? ¿Qué es en sí el sentimiento del amor? ¿Es finito o 'recargable'? Toño Fraguas y el filósofo Javier Gomá hablan sobre cuestiones que, al menos una vez en la vida, han asaltado la cabeza de todos nosotros, porque ¿quién no ha vivido alguna vez, o quizás fantaseado, un amor de verano? En la mayoría de los casos, estas pasiones estivales, fugaces e intensas se convierten en los primeros sentimientos eróticos que tenemos, y se vuelven una metáfora de la promesa del amor, de la belleza y de la juventud.
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'Si algo tiene pendiente esta sociedad es refinar la educación del corazón'
Pero no solo existe el amor romántico como la concepción de la pasión de dos amantes que estalla en ese momento, a veces efímero, que tan acostumbrados estamos a ver en la películas. Sino también el amor paternofilial, el que tienen los dueños por sus mascotas o el amor a lo divino y espiritual.
Sea cual sea, cualquier concepto de amor conlleva, al menos, un par de ingredientes básicos que sostienen los sentimientos, como son el respeto y la admiración. Pero eso también lo sentimos por nuestros amigos... por lo tanto: ¿qué diferencia el amor romántico del que podemos tener por nuestras amistades? (filiae)
Gomá señala que "todo enamoramiento es un flechazo, aunque no siempre el dardo se dirige a alguien a quien acabamos de conocer". Simplemente hay un momento en el que un resorte se enciende en nosotros y vemos a cierta persona con un brillo que nos permite percibirlo de otro modo, más complejo y fascinante.
Aquí se pone en marcha la cristalización que define Stendhal como proceso amoroso, en el que rociamos de virtudes a la persona que amamos y lo aderezamos con un alto componente de esperanza y sentimiento.
El filósofo suscribe que ese concepto de amor ideal, del buen amor, del que está sano y permanece incorruptible en esta sociedad plural y realista, se resume en "poner el eros en alguien digno de enarbolar el sentimiento de amistad, para que esa pulsión se vuelva duradera". Si a esa amistad, basada en la admiración y el respeto, le añadimos el amor becqueriano, conseguiremos una relación sólida que nos permita tener algo fundamental como lo es la salud sentimental.
Igual que lo mejor que se puede decir de una amistad es que es vieja porque ha sabido sobrevivir en el tiempo, en el amor hay que adoctrinar el corazón "para prestar a la pasión las cualidades de la amistad". El amor puede, si realmente se desea, madurar. No tiene que diluirse a un sucedáneo de amistad, sino a algo ulterior, más elevado y, por ende, sagrado. Pensar y entrenar este concepto es una asignatura pendiente en la sociedad actual: se puede y se debe educar el corazón.




