El oso macarra ataca de nuevo
Madrid
En esta segunda parte de Ted, el oso de peluche que cobra vida y se convierte en el perfecto colega de juergas y de broncas de Mark Wahlberg, Seth MacFarlane, su creador y director, no sólo no echa el freno a la provocación y al mal gusto que exhibió en la primera entrega del film sino que, en algunos momentos de este nuevo episodio, pisa a fondo el acelerador de la procacidad, lo soez y el humor grosero, como si él mismo intentara llegar a los límites de su propio humor.
El resultado es un film con un argumento más concreto que el que inauguró la serie, una divertida metáfora de la reivindicación de los derechos civiles por parte de aquellas minorías que son vistas como marginales o diferentes. Sin embargo todo esto no basta para ocultar sus carencias. La más importante, su excesiva autocomplacencia y la abundante reiteración de gags relacionados con la hierba fumada.
La película se hace excesivamente larga y, aunque haya risas, le falta claramente ritmo. Da la impresión de que el formato de largometraje, nada menos que 115 minutos, le viene demasiado grande a Ted. Probablemente el peluche estaría más cómodo en una sitcom de media hora en donde puede decir y hacer todas las barbaridades que Seth MacFarlane le ponga en su peluda boca.
Elio Castro
Licenciado en Historia del Arte y Máster en periodismo por la Universidad Autónoma/El País. Periodista...