Bobby Charles, el niño prodigio que vivió en la sombra
Pocos artistas han aportado tanto a la música y ha recibido tan poco reconocimiento como Bobby Charles, uno de los mejores compositores de Nueva Orleans
Siendo un niño, Bobby Charles descolgó el teléfono y llamó a Chicago. A las oficinas de Chess Records, el sello en el grababan Muddy Waters o Chuck Berry. Sin timidez les cantó una canción y le invitaron a ir a la ciudad. Cuando llegó a las oficinas de Chess los dueños no entendían qué estaba pasando. Aquel tipo que les había cantado por teléfono tenía 13 años y era blanco. La canción que el joven Charles les había tatareado era ‘See you later, alligator’, un tema que él mismo había compuesto y que a finales de los años cincuenta se convirtió en un gran éxito en la voz de Bill Haley, pionero del rock. Charles, de origen cajún, grabó más temas en Chicago antes de regalar a su adorado Fats Domino ‘Before I Grow Too Old’. Domino estaba encantado con aquella canción e invitó al joven a visitarle en Nueva Orleans. Charles explicó al pianista que no tenía coche y éste le replicó que mejor empezase a andar ya si quería llegar algún día. De esa frase Bobby compuso ‘Walking to New Orleans’, una de las canciones más recordadas de Domino.
Tras abandonar su Abbeville natal –un pequeño pueblo de Luisiana- Charles y su mujer se trasladaron a Woodstock. Allí, en las montañas de Nueva York, entró en contacto con algunos músicos jóvenes. Entabló buena amistad con unos chicos canadienses y se aventuró a entrar al estudio en 1972 para grabar con ellos un disco homónimo, un álbum en cuya portada aparece Charles junto a su perro apoyado en un árbol a la ribera de un río. Aquellos amigos canadienses eran los chicos de The Band, la banda que acompañó a Bob Dylan en sus mejores discos. Rick Danko se encargó de la producción del disco y ayudó a Charles en la composición de algunas canciones. También contó con el piano de Doctor John y con otros jóvenes valores como Ben Keith, compañero habitual de Neil Young, o Bob Neuwirth, colaborador de lujo de Bob Dylan. Aquel disco, a pesar de la colección de talentos que juntó, no funcionó comercialmente y poco después, Charles regresó a su pueblo.
Sin embargo, ese disco de 1972 es una obra revalorizada con el tiempo y las posteriores reediciones. Un álbum redondo que fluye con naturalidad de canción en canción, de joya en joya. Un disco con temas tan poderosos como el ‘Street people’ que abre el disco o la fabulosa y elegante ‘I must be in a good place now’. También presenta canciones evocadoras como ‘Save me Jesús’ o la legendaria ‘All the money’. Cuando The Band tomó la decisión de separarse organizó un concierto que Martin Scorsese se encargó de inmortalizar en ‘El último vals’, el documental que rodó de aquella velada. Charles fue uno de los invitados, aunque finalmente quedó fuera del montaje del director. Años después su interpretación aparecería en una edición para coleccionistas.
Aunque Charles siguió editando discos durante los siguientes años, pocos pueden resumir con tanto acierto las virtudes y el talento de este niño prodigio que escribía canciones para las leyendas del rock. Durante las décadas posteriores, el compositor siguió escribiendo canciones para otros y grabando sin gran repercusión. A su casa, a visitarle, acudieron algunos de los grandes nombres de la música como Dylan o Young, aunque él permaneció en las penumbras del éxito. Hubo un amago de reclamar su legado con ‘Last train to Memphis’ (2004), un álbum que recorre su obra y en el que participaron amigos y grandes estrellas. En 2010, Bobby Charles falleció sin hacer mucho ruido, como en casi toda su carrera. Su legado permanece ahí para quien quiera volver a su obra, a unas canciones repletas de ingenio y talento.