La leyenda del disco perdido del cuarteto del millón de dólares
En diciembre de 1956, Elvis Presley, Johnny Cash, Carl Perkins y Jerry Lee Lewis coincidieron en el estudio de grabación. Esta es la historia aquella foto y la grabación de esa tarde
El disco más misterioso del rock and roll fue una leyenda durante 25 años. Un mito del que muchos hablaban y nadie conocía. Había rumores, tipos que aseguraban que habían escuchado algo o que conocían a alguien que lo había oído. Se sabe que el momento existió, lo documentó el ‘Memphis Press-Scimitar’ en un artículo de gran impacto. Había una fotografía en blanco y negro que confirmaba que el encuentro tuvo lugar una tarde de diciembre de 1956. Pero no había rastro de las canciones que en aquella velada habían tocado Elvis Presley, Johnny Cash, Carl Perkins y Jerry Lee Lewis.
La realidad es que aquella tarde existió, fue un encuentro fortuito en el estudio de Sun Records en Memphis, pero también un golpe magistral de Sam Phillips, el dueño del estudio que editó los primeros éxitos de Elvis y donde trabajaban el resto de artistas que se juntaron aquella tarde. El que más reforzado salió de aquella velada fue Phillips. Elvis había pasado a grabar para RCA a principios de año y su aparición en el programa de Ed Sullivan en septiembre le había coronado como el rey del rock, la estrella más grande del momento. Elvis pasó por Sun Records junto a su pareja para saludar a Sam y se quedó un rato viendo tocar a Carl Perkins, que había tenido un gran éxito ese mismo año con ‘Blue suede shoes’, tema que también cantaría Elvis. También estaba por ahí la última joya de Sam, un chico llamado Jerry Lee Lewis que tenía 21 años, los mismos de Presley, y que editó su primer disco semanas después de aquella tarde. Y falta Cash, que andaba por el estudio desde por la mañana y que llevaba un año y medio grabando en Sun Records con notable éxito en las listas country. El encuentro fue fortuito y la decisión de entrar todos al estudio también. Poco a poco se arremolinaron junto al piano y comenzaron a improvisar un rato, a cantar canciones de góspel y viejos espirituales sureños.
Con todos esos genios en el estudio, jugando, bromeando y cantando un poco, Sam Phillips tuvo una revelación. Acababa de perder a Elvis y necesitaba consolidar su sello discográfico con nuevos nombres y darle más brillo a sus nuevas estrellas para que compensasen su pérdida. Sam no dejó pasar esa oportunidad y llamó a un periodista y a un fotógrafo para que documentasen ese encuentro. El titular de la mañana siguiente robó una sonrisa a Phillips. “El cuarteto del millón de dólares”, tituló el diario. La publicidad de ese nivel resulta cara y de difícil acceso, Sam simplemente había aprovechado la oportunidad que se cruzó delante de sus ojos.
Aunque todo el mundo era consciente de que aquello había sucedido, nadie sabía si había sido grabado. Durante años se especuló con lo que podrían haber tocado aquellos genios. Sobre todo cuando las carreras de cada uno de los artistas de aquel cuarteto millonario despegaron sin freno al estrellato. Hasta la irrupción en Estados Unidos de los Beatles, no hubo artistas más exitosos que ellos. Aquella tarde y su misteriosa grabación comenzó a tomar forma de leyenda, era la cinta más buscada del rock, el primer súper grupo de la música.
Todo el ojo que tuvo Phillips para usar la publicidad de ese encuentro le faltó a la hora de rentabilizar aquella hora de grabación. El dueño de Sun Records no hizo nada con aquellas cintas, incluso las perdió. Pasaron años entre cajas y rodeada de descartes de otras sesiones. En 1969 el productor Shelby Singleton compró Sun Records y cedió las licencias a un sello inglés especializado en reediciones. Ambos sellos comenzaron a bucear en las decenas de cientos de horas de material hasta que por casualidad dieron con una primera cinta en la que aparecía el famoso cuarteto del millón de dólares. En 1981 se editó en Europa un primer avance titulado ‘The Million Dollar Quartet’. Apenas eran 17 canciones, casi ninguna completa, de cantos espirituales sureños.
Habría que esperar seis años más para escuchar la grabación completa y hasta 2006 –por su cincuenta aniversario- para escucharlas en el orden original, para escuchar esa velada tal y como sucedió, sus 47 cortes de charlas, versiones, villancicos, improvisaciones y bromas. Un material que complica la edición de un álbum convencional ya que pocos temas aparecen completos y bien tocados –quizá eso es lo que ahuyentó a Phillips- pero que por otro lado muestra a estos cuatro artistas en la intimidad del estudio. Cuatro chicos jóvenes –Elvis y Lewis tenían 21 años y Cash y Perkins tres más- que estaban cambiado la historia del rock and roll. Cuatro músicos que apenas estaban empezando y que dejaron sus egos a un lado para tocar un rato juntos, viejas canciones, los éxitos de unos y otros. Un encuentro amistoso y sin pretensiones que terminó siendo una de las grandes leyendas del rock y que tuvo a decenas de melómanos buscando durante años las canciones que se encontraban detrás de una fotografía.
Escuchar casi 60 años después esas grabaciones completas es una experiencia extraña. No es un disco al uso ni nadie pretendió nunca darle salida comercial. Apenas hay canciones enteras y, sin embargo, la experiencia merece la pena aunque sea como un juego un tanto voyeur. Apagar las luces, servirse un whisky y poner el disco con el volumen lo suficientemente alto para apreciar los detalles es una experiencia especial. Poco a poco, y gracias al silencio y la soledad, uno va sintiéndose parte de ese encuentro, como si estuviese agazapado en un rincón del estudio sin decir palabra, deseando no ser descubierto. Ante nosotros se va desvelando la intimidad de esos artistas. El trabajo no tiene entidad musical para entenderse como un álbum conjunto, pero tiene interés por hacerte partícipe de ese momento histórico, por escuchar a esas cuatro leyendas de la música jugar con canciones como ‘Crazy arms’, ‘Paralize’ o ‘Dont be cruel’.
Aquella velada de diciembre de 1956 sentó las bases de lo que serían los súper grupos, los encuentros entre grandes nombres de la música. En 1982 hubo un nuevo encuentro bautizado como ‘The survivors live’, un disco en directo grabado en Alemania en el que participaron Perkins, Lewis y Cash. Elvis había muerto en 1977. A aquel disco le siguió otro grabado en mayo de 1985. ‘Class of 55’ cuenta con otra de las estrellas de Sun Records como Roy Orbison. Pero también faltaba Elvis. Esos dos encuentros conectaron con aquella primera reunión de 1956, cuando los cuatro grandes del rock de los cincuenta coincidieron en el estudio de Memphis, cuando Sam Phillips tuvo la ocurrencia de la llamar a las prensa para reflejar ese momento histórico con un reportaje y una fotografía que creó la leyenda de esas grabaciones que estuvieron perdidas durante un cuarto de siglo.