Sexo en Stop-Motion, Kaufman triunfa en Venecia
El bicho raro de Hollywood, el guionista y director Charlie Kaufman, recibe aplausos con Anomalisa y el italiano Marco Bellochio equipara vampiros, Iglesia y política italiana
Venecia
Si hay un cineasta americano que refleje en su trabajo, ya sea como guionista (Olvídate de mí, El ladrón de Orquídeas, etc.) o como director (Synecdoche New York), la angustia de la existencia del hombre moderno, con permiso de Woody Allen, es Charlie Kaufman. Acostumbrado a indagar en la confusión existencialista y en sinsentido de la sociedad actual, el director norteamericano ha presentado su esperado debut en la técnica del Stop Motion. Anomalisa, recibida con una gran ovación, retrata la angustia del hombre de éxito, la depresión y la desesperación y obsesión por el sexo.
Anomalisa fue en su origen una obra teatral, representada con los mismos actores y, ahora, se ha convertido en la historia más realista y menos alambicada del director, lo que hace que el retrato de sus neurosis tenga mayor potencia. “No me gusta decir de qué trata la película porque eso invalidaría vuestra experiencia al ver la película”, ha repetido una y otra vez Kaufman a preguntas de los periodistas sobre el trasunto del filme.
Su personaje, un gurú de los emprendedores que ha triunfado con un bestseller sobre cómo tratar a los clientes, pero carece de la mínima empatía y sociabilidad. Si en Cómo ser John Malcovich, todo el mundo tenía la cara del actor, en este trabajo, el protagonista todas las personas tienen la misma voz. “Es como el síndrome de Frégoli –así se llama además el nombre del hotel donde se desarrolla la acción- cree que todo el mundo es la misma persona”, ha explicado el realizador que, por primera vez, lanza unas cuantas pullas políticas a Bush, puesto que la cinta está ambientada en 2005.
No solo Kaufman ha recibido aplausos, también el veterano Marco Bellochio, con Sangre de mi sangre. El director de Buenos días, noche, Bella Addormentata o El diablo en el cuerpo, propone en este trabajo una metáfora de la vampirización que ha sufrido y sufre el pueblo, por la Iglesia, la Democracia Cristiana y la corrupción. Rodada en dos épocas, dice Bellochio que no le interesaba que hubiera coherencia narrativa en la relación de esas épocas, pero sí temático y, lo logra con imágenes que concadenan el pasado y el presente italiano. “El dominio absoluta de la Iglesia Católica en el siglo XVII, paradójicamente se asemeja al dominio democristiano del presente”, ha explicado el maestro italiano que incidía en la corrupción existente en ambas épocas.
Ambientada en la ciudad natal de Bellochio, en Bobbio, la cinta surge de un hecho real, la historia de la monja Benedetta, semienterrada viva como castigo en la prisión del Convento de Santa Chiara de esa ciudad. “Me parecía que esta historia mostraba un pasado remoto, pero también una vuelta al presente de la Italia de hoy”, insistía el italiano en la rueda de prensa. Sangre de mi sangre tiene escenas elocuentes y expresivas, que denuncian temas como la corrupción, el trato a la mujer, la falta de libertad o los peligros de internet, pero cuesta encajar cada elemento en esa gran metáfora italiana que reivindica Bellochio.
El protagonista del día ha sido el director francés Bertrand Tavernier, que ha recibido el León de Oro a toda su carrera. "Estoy extremadamente orgulloso de mis películas, las reivindico, nunca he hecho compromisos para hacerlas, las he hecho siempre libremente”, decía uno de los grandes directores franceses que a sus 83 años recibe el prestigioso galardón de la Mostra. Autor de películas política y sociales como Qué empiece la fiesta (1975), El juez y el asesino (1976) o la reciente Quai d’Orsay (2013), y de títulos como La vida y nada más o Capitán conan, Tavernier , no duda en opinar sobre política y asegura que con el Gobierno francés actual, hay una impresión de que Francia está acabada. "Eso es cierto a nivel de Gobierno y de la casta, pero no a nivel de la gente normal. Son las personas que nos gobiernan las que necesitan educación civil, pero no solo en Francia, sino en muchos otros países de la Unión Europea y en el interior de la Comisión Europea", ha afirmado ante los periodistas.