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Redzija, refugiada bosnia: "Te tienes que ir oyendo como caen las bombas a la gente"

En 1992 Redzija Subasi tuvo que abandonar con sus hijos Sarajevo, dejando atrás a su marido

Refugiados en un autobús en Gevgelija en Macedonia. / NAKE BATEV (EFE)

Madrid

Entre los años 1992 y 1994 España acogió unos 2.500 refugiados de Bosnia Herzegovina. Redzija Subasi nació en Svernika, vivía en Sarajevo. Dejando allí a su marido, llegó a Vitoria el 7 de diciembre de 1992.

Redzija, refugiada bosnia: 'Te tienes que ir oyendo como caen las bombas a la gente'

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Redzija tuvo que decir adiós a su marido y venirse a nuestro país con sus hijos. Califica este momento como “muy duro”. “Te tiembla el corazón. El cuerpo no se siente del miedo. Te tienes que ir oyendo como caen las bombas, a la gente, a los aviones volando Sarajevo”.

Subasi relata cómo dos granadas estuvieron a punto de matar a su marido, que era policía. Estaba trabajando cuando dos de estos artilugios cayeron a tan solo 100 metros del lugar donde se encontraba. Una de ellas no explosionó, pero la segunda lo hizo dentro de una casa cercana. Sus habitantes estaban viendo la televisión y de repente, el hombre vio volar por la terraza el aparato con partes del cuerpo de estas personas.

Esta refugiada cuenta, sin embargo, que la decisión de abandonar Sarajevo no le fue fácil. Como ella misma afirma, tenía que dejar atrás toda su vida. Allí, Redzija y su familia tenían un chalet de 600 metros, comida suficiente y un trabajo estable con el que subsistir. “¿Qué hago yo si cae una bomba como ésta?” fue la pregunta definitiva que se hizo para abandonar el país y la guerra.

Este panorama hizo que las mujeres de la ciudad decidieran tomar un autobús y abandonar la zona. Cuando intentaron montar en estos transportes, descubrieron que ‘’todo estaba bloqueado’’. Así, decidieron subirse en dos autobuses privados conducidos por voluntarios.

“El problema no eran mis hijos y yo, solamente; era, también, mi sobrina con un bebé recién nacido de tres meses’’, argumenta Redzija. Afirma que marchó con solamente dos bolsas para que los serbios no sospechasen de que iban lejos.

“Lo que ha ocurrido no podría ni imaginármelo. Pensé que en unos días, máximo dos meses, esto se iba a solucionar”. “No podría creer que hay tanto odio”. Redzija dejaba a su marido, a sus seis hermanos y sus padres en la ciudad en la que había construido su vida.

“Primero fuimos a Macedonia, ocho meses”. Finalmente, Redija y sus allegados llegaron a nuestro país. “Oímos en la televisión a una maestra española que decía que España acogía refugiados”. Se pusieron, entonces, en contacto con la Cruz Roja y luego con la embajada de Bosnia. Allí les comentaron que tendrían alguna posibilidad si enviaban inmediatamente los papeles necesarios antes de del cierre de la embajada. Después de las prisas y dos horas de autobús, lo consiguieron.

Al llegar a España, Redzija tuvo que esperar hasta la Semana Santa del siguiente año para hablar con su marido. El reencuentro con él no se produjo hasta cuatro años y medio después de la despedida en Sarajevo.

 
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