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ENTREVISTA

'Cugui', una vida más que apasionante

La historia del catalán errante que popularizó el ritmo latino por todo el mundo.

Xavier Cugat junto a su Rolls dorado

Xavier Cugat junto a su Rolls dorado

Madrid

Al Capone tenía un lugarteniente que a partir de las siete de la tarde no estaba disponible para matar a nadie porque tenía que estar en casa acompañando a su anciana madre en el rezo del santo rosario. Una madre es una madre. Mire usted, la madre de Al Capone hacía unos espaguetis muy buenos, siempre me insistía en que fuera a comer a su casa para probarlos. Al Capone quería mucho a su mamá”. Ésta fue una de las muchas confesiones que el catalán Xavier Cugat hizo al periodista José Martí Gómez a lo largo de horas y horas de conversación.

Entrevista: Jordi Punti (03/10/15)

23:57

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Xavier Cugat (Gerona, 1 de enero de 1900 - Barcelona, 27 de octubre de 1990) fue un músico que popularizó el ritmo latino en medio mundo y que ha sido el protagonista de nuestra entrevista. De padre republicano y madre modista, embarcó hacia Cuba con su familia a los cuatro años de edad. En La Habana pasaba mucho tiempo en el taller de Salvador Iglesias, un valenciano que fabricaba y reparaba violines y guitarras. El día de Reyes de 1906 su padre le regaló su primer violín. Con doce años ya tocaba en la Orquesta Sinfónica del Teatro Nacional de La Habana. "Si el señor Iglesias hubiera sido fabricante de chorizos quizá yo hubiese sido choricero", afirma en la autobiografía Yo, Cugat.

Jordi Puntí en los estudios de Radio Barcelona

Jordi Puntí en los estudios de Radio Barcelona

Jordi Puntí en los estudios de Radio Barcelona

Jordi Puntí en los estudios de Radio Barcelona

Poco después de terminar la I Guerra Mundial (1914-1918) viajó a Estados Unidos para probar suerte y allí logró labrarse una larga y productiva carrera musical. Durante todos aquellos años se le relacionó con muchas estrellas de Hollywood: Rita Hayworth, Greta Garbo, Rodolfo Valentino… En los años 20 su orquesta empezó a hacerse popular y también comenzó a valorarse su firma como dibujante y caricaturista. Cugat llegó a interpretar veintiuna películas de gran difusión que le catapultaron por todo el mundo. En los 50 ya había conseguido levantar todo un imperio, tenía participaciones en emisoras de radio, casinos y negocios como la cría de chihuahuas, venta de crecepelo o vino español barato en Estados Unidos.

Cugat inspira la próxima novela del escritor y traductor Jordi Puntí. Puntí ha pasado por los micrófonos de A vivir que son dos días para descubrirnos muchas cosas del “rey del mambo” y reflexionar sobre el papel de las bibliotecas en la sociedad a partir de su experiencia en la Biblioteca Pública de Nueva York. Precisamente, éste último será el tema de la conferencia que impartirá el próximo 5 de octubre en el Círculo de Cultura Contemporánea de Barcelona. “Todo comenzó durante aquellos paseos que siendo muy niño daba con mi padre cerca del hotel Ritz de Barcelona. Aún recuerdo aquel coche aparcado en la puerta y en cuya matrícula se podía leer Cugat. Me flipaba, no he podido olvidarlo nunca. Ese recuerdo ha sido, en gran parte, el germen de la novela en la que estoy trabajando”, ha dicho el escritor.

Puntí también nos ha confesado que el músico fue un seductor empedernido. Su gran amor fue la cantante Abbe Lane aunque contrajo matrimonio en seis ocasiones, todos ellos fueron un auténtico fracaso. Martí Gómez lo ha corroborado con esta anécdota: “Su tercera esposa fue Lorraine Allen, una de las modelos más famosas de Estados Unidos. Ella le ponía obstáculos para el divorcio. Un día Cugat paseaba por la Quinta Avenida de Nueva York y se encontró con Bugsy Siegel, uno de los hombres de confianza de Al Capone. ¿Qué te pasa?, le preguntó. Él le explicó que su esposa Lorraine le estaba haciendo la vida difícil. Bugsy le dio unos golpecitos amistosos en el hombro y le pidió la dirección de ella para pasar a saludarla como un viejo amigo. Al llegar a casa Cugat encontró en el contestador una llamada del abogado de Lorraine. Ella aceptaba el divorcio en las condiciones que se le imponían. Ni Lorraine ni Bugsy, un tipo con una gran cicatriz en el rostro y una sola pierna, le mencionaron jamás qué conversación habían tenido”.

 
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