El cambio salvaje de Nathaniel Rateliff
El cantante de folk sorprende a todos con la edición de un fabuloso álbum de soul editado por Stax, el legendario sello de Memphis
La música, al contrario que la pintura o el cine, suele ser un arte estático. Mientras los grandes pintores atraviesan fases de profundo cambio o los directores de cine se atreven con géneros tremendamente diferentes, los músicos rara vez salen de su zona de confort. Hay intérpretes inquietos capaces de hacer el viaje completo desde la composición a la producción tocando todos los instrumentos a su alcance, pero rara vez se salen del género en el que destacaron. El rockero, salvo cosas puntuales, no se aleja demasiado del rock. Y lo mismo sucede con los músicos de hip hop, jazz o reggae. Son pocos los valientes y menos todavía los triunfadores.
Por todo esto, el nuevo álbum de Nathaniel Rateliff resulta especial. Este barbudo de Missouri, criado en el folk, había dado buenas muestras de su talento hasta ahora, pero nadie podía esperar el éxito de su nueva aventura. Tras publicar grandes discos de tonalidades austeras y viajes introspectivos, el estadounidense ha dado un salto mortal sin red que ha terminado siendo uno de los mejores discos de este curso por su valentía, fuerza y descaro. Su nuevo proyecto es tan sorprendente que no queda otra que aplaudir. El hijo del folk se ha convertido en una especie de mesías blanco del soul, en una fuerza salvaje y desconcertante que golpea con rabia desde el primer grito de ‘I never get old’, el tema que abre su disco junto a The Night Sweets y editado por Stax, el histórico sello de Memphis que con trabajos así busca perpetuar su leyenda en la música.
El giro de Rateliff es una de las grandes sorpresas del año. Su voz profunda y exuberante lucía bien en sus trabajos anteriores, pero ahora explota en un disco arrollador desde la primera canción y que tiene poderes, poderes evasivos, rescatadores, sanadores. Criado en el campo, en una casa sin teléfono, la vida de Nathaniel cambió cuando su padre murió y dejó los estudios para trabajar. Ahí comenzó un viaje vital en el que se acompañó de la colección de discos de sus padres, una música que le llevó al folk, a una carrera como cantautor y que ha terminado con este salto mortal al soul, un soul pegajoso y sudoroso que se aleja de esas producciones limpias de Motown aproximándose al sonido de los grandes discos de Stax. Con este disco, Rateliff muestra todo su arsenal y entrega una inmensa colección de canciones que se escucha de principio a fin una y otra vez. Una sorpresa que ha calado y que en directo suena como un tren forzando la marcha, en constante aceleración. La duda ahora es ver por dónde tirará el músico de Missouri. Después de esto, cualquier cosa resultará complicada.