Vivien Leigh

Madrid

A nuestro amor lo alcanzó la muerte. Murió en el camino, lleno de amores periféricos y discusiones brutales. La muerte nos unió de nuevo.

Él pidió el alta voluntaria en el hospital donde estaba ingresado para venir a llorar mi muerte, para pedirme perdón, para decirme en muerte y no en vida: "Amor, te quise tanto".

Nuestra relación era como una de esas historias de amor de las películas que interpretamos, de las obra de teatro que vimos e hicimos, y sin embargo, jamás nos dimos cuenta de que estábamos interpretando el mejor papel de nuestras vidas, juntos y separados. Más bien juntos y separándonos constantemente.

Y eso que yo ya había sido madre, ya había estado casada, y ya había tenido una vida normal…o quizás en lugar de decir y eso debería decir por eso. La vida cotidiana de madre de familia me abrumó, tanto que mi niña vivió con su padre mientras yo me dedicaba a ir donde mis amigos me recomendaban y a todos los teatros donde me recibían para hacer papeles, ya fueran mayores o menores.

La interpretación apareció en mi vida desde niña, siendo la típica criatura que participaba en todos los festivales y obras escolares existentes, haciendo de modelo, de niña cantante y de lo que hiciese falta. La maravillosa educación que me dieron mis padres en la India y posteriormente en Inglaterra me dieron las buenas maneras y los idiomas. Fui además una afortunada porque mis padres me permitieron cumplir mi sueño a través de la Academia Real de Arte Dramático de Londres.

Cuando en el teatro apareció él…nos convertimos enseguida en pareja profesional y en pareja sentimental. Él todavía estaba casado con otra actriz, pero eso no importaba; pronto llegaron los divorcios y nuestra boda, con esa estupenda Katherine Hepburn como testigo.

El cine me ayudó a ser conocida, especialmente en América, pero mi amor siempre fue el teatro. Tenía 26 años cuando me llegó el papel por el que fui conocida y reconocida. El papel por el que usted que escucha la radio a estas horas, me conoce. La película que seguro que vio. La película con la que seguro que se echó una cabezada y la película que fascinó por su atrezzo. El bueno de Clark Gable dijo que no le había gustado nada y que además, era una película para mujeres. Se quedó tan a gusto. Lo que sí le debió gustar más fue la cifra que ganó rodando esta película, porque mientras él se embolsaba 120 mil dólares yo me hice con 25 mil. Y trabajé, además, más que Gable. Pero esta es otra historia, no la de la película, aunque también.

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"¿A dónde iré? ¿Qué haré?

Francamente, querida, eso no me importa"

Fui una privilegiada porque hubo mil cuatrocientas audiciones para determinar quién era la protagonista, la escogida. Y yo no estaba entre las favoritas porque no era una actriz muy popular precisamente en Estados Unidos. Un Óscar me valió la fortuna de ser escogida y la defensa que hice de mi papel.

Fue precioso, fue un sueño…pero el teatro seguía siendo mi vida. Por eso, después de aquel gran éxito, hice pocas películas. Aunque una de las que sí acepté me valió otro Óscar, así que tampoco puedo quejarme ni hablar mal del cine. Hizo de mí lo que soy y por lo que estoy hablando esta noche.

Premios, teatro, cine, Broadway…y una enfermedad que regresó y no se fue. Una enfermedad que me hizo retirarme pensando en volver a los escenarios. Nunca pude cumplirlo. Al menos él me vino a ver.