Esperar a los muertos, ataúdes colgados o dejar los cadáveres en la montaña para alimentar a los buitres... Rituales

Hay tantas maneras de entender la muerte como culturas y religiones. Los rituales a los muertos, las tradiciones, ponen el broche de oro a un ciclo de vida y también cumple funciones psicológicas, sociológicas y simbólicas para la comunidad.
Por enumerar algunas, en Grecia las mujeres bañaban el cuerpo, le untaban aceite y lo envolvían en un sudario dejando el rostro a la vista. Lo rodean también de joyas y flores y, por tradición mitológica, le colocaban una moneda en la boca. Los romanos tenían costumbres similares, con la diferencia de que el difunto inspiraba respeto y temor. Además las mujeres mostraban su dolor con lamentos a gritos y los hombres reprimían sus sentimientos.
En África, se entiende que la muerte es culpa de otro ser humano, y para evitar el afán de venganza, oran, cantan y bailan. En China hay quien prefiere enterrar a sus seres cerca de alguna corriente de agua, y en los velatorios se queman papeles que simbolizan los bienes materiales que disfrutará en la próxima vida. En el Tíbet, dejan los cadáveres en las montañas para los buitres, y lo llaman: "dar alma a las aves". Para la etnia yanomaní de Venezuela, comen las cenizas del difunto en una sopa de plátano para reintegrarlo en la naturaleza. En Filipinas, es un espectáculo ver los ataúdes colgados de las montañas. Y no son pocas las culturas que exhuman los cuerpos al cabo de los años y envuelven los restos en un osario bordado como en Yucatán, México, o en Madagascar, donde también bailan a su alrededor.
Precisamente México tiene una manera muy especial de revivir el llamado "día de muertos" el 1 y 2 de noviembre. El pasado sábado, la Colonia mexicana de Madrid organizó un taller infantil de manualidades de difuntos, en donde hablamos con Guadalupe Jiménez y nos contó el objetivo: transmitir la identidad de México.
Los orígenes mexicanos de esta ceremonia se ubican hace unos 3000 años, y lo que se celebra hoy como "día de muertos" es el resultado de la mezcla de dos tradiciones: la mexicana prehispánica y la católica europea que imponían los colonizadores. En 2003 esta festividad fue nombrada patrimonio intangible por la UNESCO.
Los niños y niñas colorearon calaveras y máscaras, hicieron esqueletos, flores de papel cebolla, y lo más importante: diferenciaron entre vivir la muerte como lo hacemos aquí y como lo hacen allá.
Cecilia nos cuenta: "Les encanta cuando ponemos el altar y saben que mi abuelita les va a venir a visitar... Es una fiesta... hacemos pan de muerto, galletitas de muerto.. Les da mucha alegría. Entienden que cuando estamos dormidos sus almas nos van a arropar. Es su espíritu el que te abraza y no termina de irse".
Y una madre de origen español, Inmaculada García, nos dice: "Tenemos un vínculo múcho más fuerte con las antiguas colonias, y siempre nos fijamos en el mundo anglosajón".
Aquí la muerte no es extraño que se entienda como un drama, y Guadalupe no dice: "Bueno, allá también pero tiene esta otra parte.. No porque se haga esta fiesta, la muerte es igual de dolorosa".
Al final hay estudios que dicen que este tipo de fiestas ayudan en ese duelo.
Ahora vamos a conocer a Irene a su madre, Carmen. Su padre y marido respectivamente falleció cuando Irene tenía solo tres años, después de una enfermedad que le detectaron nada más nacer ella.
"Yo tengo un problema, es que mis recuerdos se mezclan con lo que me han contado después. Cuando mi padre falleció mi madre nos dijo que mi padre estaba en el cielo, y que era una estrella. Aunque mi madre no es muy religiosa sí creo que se apoyó un poco en la parroquia a la que íbamos. Era un poco esa situación de que él siempre iba a estar ahí, que no te mueres y ya está".
Y continua: Mi madre desde el principio fue: "No vamos a dejar de hacer nada", una persona que tira mucho del carro... Siempre ha sido muy luchadora".




