Rancio
No espero nada del 20 de diciembre. Porque nunca lo nuevo ha olido tan mal

Madrid
Todo es nuevo en España, nos dicen, y es cierto. Pero las novedades más importantes no tienen que ver con los debates, ni con los partidos emergentes, ni con los pactos que darán lugar o no a un nuevo gobierno. Éste, sea cual sea, resultará antiguo en el instante de su nacimiento.

JAVIER JIMÉNEZ BAS

JAVIER JIMÉNEZ BAS
Más información
Ya nos lo advirtieron a principios de siglo, la Historia ha terminado, las ideologías han muerto. Desde entonces, se han ido destruyendo progresivamente las trincheras en las que nuestros antepasados se parapetaban para resistir. Y ni siquiera la brutal campaña de descrédito del movimiento sindical, el suicidio de la izquierda, han sido decisivos.
La publicidad nos anima a ser creativos, originales, emprendedores, únicos. Afirma que somos libres para escoger el color de la carcasa de nuestro móvil, para comprarnos un coche que aparca solo, para que nos hagamos nuestro propio pastel, en nuestra propia taza, en nuestro propio microondas. Nada está tan pasado de moda como parecerse a los demás, reconocerse en ellos, vincularse a los otros. El individualismo feroz de estos tiempos se concreta en la práctica sistemática de la trivialidad. La rebeldía se limita a tatuarse el cuerpo, perforarse la piel y pintarse el pelo de colores para no parecerse a nadie más, pero eso sí, cada uno por su lado. Gracias a eso, la verdadera novedad son unas condiciones laborales que remiten al siglo XIX. Así que no espero nada del 20 de diciembre. Porque nunca lo nuevo ha olido tan mal, a tocino rancio.




