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Cuento de Navidad... O no

Carlos López-Tapia y Lourdes Lancho viajan al Londres de Dickens y recorren los lugares que le marcaron

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Madrid

El famoso Cuento de Navidad de Charles Dickens es el fruto de experiencias desagradables del escritor. Al tiempo que ocupaba un lugar privilegiado en la sociedad británica, llevaba dentro el peso de lo ocurrido cuando era un crío, en 1824. Su padre fue encarcelado y Charles, que en aquel entonces tenía 12 años, se vio obligado a buscar un alojamiento cerca de la cárcel, empeñar su colección de libros, dejar la escuela y ponerse a trabajar en una fábrica de betún para calzado.

MIENTEME CINE (26/12/15)

29:46

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Se sintió profundamente incómodo rodeado de obreros que se referían a él como "el joven caballero", y perdió la esperanza de poder recuperar alguna vez su antigua y feliz vida.

Al mismo tiempo lo sensibilizó ante un Londres donde convivían la aristocracia y personas que morían asfixiadas en casas sin ventanas, para que sus propietarios evitaran el impuesto que las gravaba.

Oliver Twist de roman Polansky. El Londres de Dickens fabricado en Praga

La visita que se menciona en el audio condujo a la escritura de un relato navideño contra la codicia y la falta de caridad, ya que la solidaridad social no podía organizarse con un sistema donde las grandes rentas apenas pagaban impuestos. Dickens hubo de recurrir al terror de ultratumba para darle un final feliz a su historia, puesto que no cabía pensar en un impulso de distribución de la riqueza. Era el que poseía Karl Marx, que llegó a aquel Londres para morir en él, dejando la mejor explicación sobre lo que ocurría, y cuya casa visitamos en un viaje virtual a 1850.

La zona de alimentación de Harrods. El presupuesto anual de una familia metido en una cesta

Recuperamos un menú cocinado en casa de Dickens, que ilustra la convivencia de dos mundos muy separados que, como nos muestra Begoña Arce desde la corresponsalía de Londres, ha sobrevivido e incluso aumentado en los últimos años, expresado en una cola de Trafalgar Square y una cesta navideña de Harrods.

Las normas de conducta ofrecidas como utópicas a los empleados de uno de los grandes bancos de la época, permiten valorar las diferencias con nuestro tiempo, y la visita a una sombrerería explica la razón por la que Alicia toma té con un sombrerero loco en el País de las Maravillas. Tras la historia de un Cuento de Navidad se esconde otro, el que vivían la inmensa mayoría de primer país donde más de la mitad de la población se agolpó en ciudades transformadas en ratoneras. Siglo y medio después del Cuento de Navidad, todas las naciones tienen a más de la mitad de sus pueblos en ciudades.

 LAS TARJETAS NAVIDEÑAS

La primera felicitación (1843)

Si la tarjeta navideña que se ve en la imagen aparece en un viejo baúl familiar, no la tire. Es el primer christmas de la historia. Su precio puede alcanzar varios miles de euros porque sir Henry Cole, fundador y director del Victoria and Albert Museum de Londres, solo encargó 2050, al precio de un chelín por unidad, cuando tuvo la idea de enviar tarjetas de Navidad a sus amigos a través del correo, en lugar de las cartas tradicionales.

Ponemos una de ellas sobre la mesa de Carlos Marx en el audio, mientras Paqui Ramos actualiza el estado de esta costumbre difundida por los británicos al resto del mundo. Era el año 1843, el mismo en que Charles Dickens publica Canción de Navidad, más conocido como Cuento de Navidad.

En el año 1848 aparece otra tarjeta con cuatro escenas navideñas que incluían el mensaje Merry Christmas and a Happy New Year to you. En este primer periodo apenas hay tarjetas que ilustren el significado religioso de la fiesta y tampoco paisajes nevados, gente patinando en estanques helados o renos tirando de trineos. El gusto victoriano las llenó de dorados, relieve, flecos de seda, encajes, raso y hasta plumas. Los dibujos mostraban querubines, flores y animales, pero también imágenes de niños pobres y huérfanos, que hoy nos espantaría recibir.

La importación de la costumbre del abeto por el príncipe Alberto, la popularidad alcanzada en todo el mundo por la obra de Dickens, y la afición coleccionista que le entró a la reina Victoria por estas tarjetas, reinstaló en Inglaterra los hábitos navideños perdidos desde los tiempos de Cronwell, y algunas de sus ocurrencias pasarían al resto de occidente.

 
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