Indigno es quien consiente
¿Cómo es posible que se consienta que los gobiernos de Dinamarca y de Suiza estén pensando obligar a los refugiados que llegan a su país, protegidos por la ONU, a entregar todos sus bienes?

Madrid
Hay cosas realmente asombrosas que pasan delante de nuestros ojos, a las claras, sin trampa ni cartón y que parece que somos incapaces de asimilar. ¿Cómo es posible que se consienta que los gobiernos de Dinamarca y de Suiza estén pensando obligar a los refugiados que llegan a su país, protegidos por la ONU, a entregar todos sus bienes? ¿Cómo es posible que se les entregue un papel en el centro de acogida en el que se les advierte de que solo pueden quedarse con 1.200 euros o mil francos suizos y que todas las otras cantidades deben ser entregadas al gobierno, a cambio de un recibo?


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¿No hemos aprendido nada de la historia europea? ¿No recordamos qué significa la confiscación de bienes a personas que huyen de la violencia y de la guerra? ¿No se nos va a caer la cara de vergüenza cuando se obligue a esos refugiados a firmar un papel aceptando que, a cambio de socorro, se les retenga el 10% de lo que ganen en los próximos diez años por la ayuda recibida, seguramente con buenos intereses bancarios?
Algo muy grave nos pasa cuando barbaridades como estas se presentan como decisiones razonables, normales, compatibles con sistemas democráticos, respetuosos de las leyes internacionales. Algo muy grave nos pasa, a nosotros, cuando consideramos razonables indignidades de tal calibre y cuando políticos y funcionarios que se consideran a sí mismos personas respetables colocan ese papel en manos de un refugiado. Deberían recordar que siempre está en nuestra mano decir “no”, “preferiría no hacerlo” y “no lo haré”.

Soledad Gallego-Díaz
Es periodista, exdirectora del periódico 'EL PAÍS'. Actualmente firma columnas en este diario y publica...




