El adiós de un número 1
Veinte años después de su primer partido en el circuito ATP, Lleyton Hewitt ha dicho adiós de la mejor manera posible: en la pista y ante su gente
“No me dejé nada en el vestuario, de eso puedo estar orgulloso. Siempre di el 100%”. No hay nada mejor para un deportista en el momento de su despedida que echar la mirada atrás y no reprocharse nada. Y Lleyton Hewitt lo ha conseguido. A sus casi 35 años y tras 20 como profesional deja el tenis como un grande: en la pista, en casa, con su público, ante un top 10 como David Ferrer y en su Torneo, ese que Marat Safin le “quitó” en 2005. Para entonces ya había ganado dos grandes (Wimbledon y el Open Usa), se había convertido en el jugador más joven en llegar al número 1 con apenas 20 años y era el ídolo de muchos aficionados a este deporte.
Genio y figura dentro de la pista, será recordado por su entrega, su lucha, su desparpajo y descaro en pista, pero también por sus “malas formas”, sobre todo en los inicios de su carrera. De carácter difícil, muchos le tildaron como un maleducado en pista, las tuvo con los españoles Ferrero y Moyá, aunque sin duda sus malos modos más recordados serán aquel incidente con James Blake (“Míralo, míralo, ¿no ves la similitud?”, alegando que el juez de silla y su contrincante eran negros, comentario que le valió las acusaciones de racista), o con Chela en el Open de Australia hace 11 años, cuando el tenista argentino le escupió molesto con sus gestos y su actitud en la pista.
Hewitt seguirá en el mundo del tenis, tienen ante sí el reto de conseguir para Australia la Copa Davis ahora como capitán (ya lo hizo dos veces como jugador) con una de las mejores generaciones del tenis de su país: Tomic, Kokkinakis y sobre todo Kyrgios, al que todos han nombrado como su heredero, el hombre que debe devolver a Australia a la élite del tenis mundial.