¿Quién se beneficia del desinterés en los refugiados?

Madrid

Hace unos días unos guardacostas griegos alinearon tres niños muertos y obligaron a un traficante de refugiados a pasar delante de ellos y observarlos. Eran tres críos muertos en el mar tratando de escapar de la guerra. Ha habido polémica en Grecia porque el Gobierno ha dicho que no son maneras, que la policía debe de mantener la sangre fría. De lo cual se concluye que el Estado se arroga el monopolio de la violencia y de las campañas de sensibilización públicas.

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A pesar de la crisis de la prensa, y de la crisis de los lectores, oyentes y espectadores de la prensa, los medios siguen siendo los que ordenan el mundo. Cuando apareció el niño Aylan, el niño de la playa, a mí me pareció muy bien que fuese un símbolo, y le dotase de contenido dramático a un conflicto que era humanitario y se pretendía hacer político. Y me pareció bien sin dejar de pensar en los niños que no tuvieron portada. El periódico tiene el poder de dirigir a la opinión pública, pero es la demanda de la opinión pública la que finalmente termina exigiendo el producto. El periodismo puede ceder o puede no ceder, pero en cualquier caso lo que no puede hacer es invisibilizar. No creo que sean los medios los que estén invisibilizando, pero sí el interés del consumidor, que ha pasado de moda. La periodista Ana Pastor siempre cuenta que su mejor programa, el especial sobre inmigración hecho en Lampedusa, fue el menos visto de ‘El Objetivo’.

¿Quién se beneficia del desinterés? Siempre los gobiernos. Es la presión la que a veces hace mover las cosas. Son los guardacostas griegos los que, saltándose la ley, llevan al traficante a ver cadáveres de niños, y somos los periodistas los que tenemos que insistir en coger de las solapas a los ciudadanos para que también los vean, y que los ciudadanos lleven al poder. Muchas decisiones como las que se están empezando a tomar ahora con los refugiados (entre ellas copagos para acogerlos: te confisco los bienes y con ellos financio tu barracón) se hacen a espaldas del pueblo. Pero el pueblo debe de preguntarse si no será él el que se esté girando.