Los tres mosqueteros sin mosquete
Las adaptaciones al cine de la novela de Alejandro Dumas también ha tenido pequeñas mentiras que suelen pasar desapercibidas.
La versión más popular de la historia de Dumas sigue siendo la que filmó Richard Lexter en España en los años setenta, donde Charlton Heston hace el primer malvado de su carrera para meterse en la piel del cardenal francés Richelieu.
Es históricamente cierto que Richelieu no disfrutó nunca de un sentido del humor destacable. Mateo de Morgues, contemporáneo suyo, le recuerda «infeliz en la felicidad, y ni la buena suerte ni la mala le proporcionaban tranquilidad de ánimo». Ese Richileu despótico, con reacciones coléricas que a duras penas refrenaba ante sus superiores, es el que vive en la memoria popular gracias a la literatura de Dumas y sus versiones cinematográficas. No en vano en la versión de Los tres mosqueteros que protagonizó Gene Kelly en los años cuarenta se contrató nada menos que a Vincent Price, que todo el mundo relaciona con el cine de terror. Su participación en la historia de los mosqueteros es falsa en su totalidad.
También lo son muchos de los tópicos que rodean a los espadachines históricos y en el audio contamos para puntualizarlo con Jesús Esperanza, participante en tres olimpiadas, responsable del equipo nacional de esgrima en otra y árbitro en otra más. Desde su escuela lleva también más de quince años montando secuencias de esgrima para el cine y el teatro.
Paqui Ramos se "enfrenta" a la preparación de una de esas secuencias protagonizada por ella misma.
Jesús pone sobre la mesa del Estudio las armas que hubieran podido llevar los mosqueteros, que no eran sino la guardia personal del rey francés, al que rodeaban y acompañaban en sus desplazamientos y guerras.
El listado telefónico de París solo contenía un Dartagnan, sin apóstrofo, en 2010, pero es un hecho que tanto él como sus compañeros existieron. La descripción de Dumas, escrita a unos dos siglos de distancia, poco tiene que ver con la realidad, y la imagen que el cine nos ha propuesto tampoco. La literatura puede prescindir de detalles que la imagen exige, y por ejemplo, aunque la viruela queda reflejada en la novela como la enfermedad de Athos, Dumas no tiene la necesidad de mencionar a cada paso los rostros deformes o las bocas desdentadas que eran cosa habitual. Todavía mataría a muchos desde que el médico Edward Jenner, pensó que tenía que haber relación entre las vacas y las mujeres que las ordeñaban, porque al contraer el tipo de viruela vacuno, quedaban inmunes a la variante humana. Llamó por tanto vacuna a su remedio, y Dumas nació en la primera generación que disfrutó masivamente de él.
Tampoco en la pintura quedan muchos restos de la enfermedad, aunque un pintor flamenco hizo algo extraordinario: seguir el paso de la enfermedad en el rostro de un noble contemporáneo de D'Artagnan.
Todas aquellas epidemias, más multitud de hambrunas, convierten al siglo XVII en el más mortífero en porcentaje de la historia.
El cambio climático de la que los historiadores llaman desde hace poco "la pequeña era glacial", impulsó la pérdida de un tercio de la humanidad, en algunas zonas del planeta hasta la mitad. Con rigor y amenidad cuenta esta historia el británico e hispanista Geoffrey Parker en su reciente libro "El siglo maldito. Climas, guerras y catástrofes en el siglo XVII", publicado hace menos de dos años por Planeta de libros.
MIÉNTEME CINE: LOS TRES MOSQUETEROS (06-02-16)
22:28
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