
El referéndum, ¿farol para negociar o dinamita para romper?
José María Izquierdo reflexiona sobre la oferta de programa que Podemos remite al PSOE
La primera en la frente, o si no quieres té, dos tazas. La insistencia de Pablo Iglesias en el referéndum catalán, tras lo dicho mil veces por Pedro Sánchez, sólo parece tener –o eso entiende este Ojo- un par de interpretaciones. Una, el famoso Macguffin del maestro Hitchcock, aquella trampa para que todos nos fijáramos en algo que no tenía la menor relevancia y así distraernos de lo importante. Sería raro, pero posible, apostar a tontunas, que nos jugamos el gobierno de una nación de casi 50 millones de habitantes.

Otra, es que Podemos lo que desea de verdad, pero tendrán que justificarlo muy bien, es ir a nuevas elecciones. Y el resto se la trae al pairo, incluido ese llamado gobierno de progreso, figura que nadie sabe bien qué es, pero que un gran porcentaje de las izquierdas de este país comparte y asume.
Por lo pronto, PSOE e Izquierda Unida, esa alianza imposible durante demasiados años, ya acordaron ayer un pacto de gobierno sobre temas sociales y políticos sustanciales. Alberto Garzón representa, no lo olvidemos, a un millón de ciudadanos. Es él quien afirmaba ayer que es “una barbaridad que el referéndum en Cataluña sea una línea roja para Podemos”.
Habrá tiempo para entrar en otras cuestiones del documento de Iglesias, como esa pulsión por el poder, por ejemplo. Pero el tiempo, tictac, tictac, apremia.
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