No es solo un problema de Bautzen
La pregunta que hay que hacerse no es por qué parte de los habitantes de Bautzen se muestra tan xenófoba o racista, sino qué hay que hacer para controlar a ese tipo de gente y para vigilarla

Madrid
Bautzen es una ciudad del este de Alemania que albergó, en época de los nazis, un campo de concentración y en época del régimen comunista, una prisión conocida como la “Miseria Amarilla”, a la que iban a parar presos de conciencia. Es la misma ciudad en la que la otra noche un grupo de vecinos salió a la calle para festejar que estaba ardiendo el hotel en el que se suponía que se iba a albergar un grupo de refugiados sirios. No se sabe aún qué provocó el incendio, pero es muy posible que fuera intencionado. No sería la primera vez porque, en 2015, ya hubo en Alemania 500 ataques contra centros de refugiados y 129 edificios fueron parcialmente destruidos.


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Seguramente los vecinos que se manifestaban tan alegres por la destrucción del albergue no son la mayoría de los habitantes de esa ciudad. La mayoría, muy probablemente, se quedó en casa, ligera o profundamente avergonzada, según cada cual. Como hacemos la mayoría de nosotros cuando nos muestran imágenes de la situación de los refugiados.
La pregunta que hay que hacerse no es por qué parte de los habitantes de Bautzen se muestra tan xenófoba o racista, sino qué hay que hacer para controlar a ese tipo de gente y para vigilarla. No se trata de ponerse a discutir qué les pasa, sino de detener a quienes provocaron el incendio —en el caso de que fuera intencionado— y de dejar claro a todos sus colegas que recorrerán exactamente el mismo camino a la cárcel en cuanto se salgan de la ley. Y de que el resto de los habitantes de Bautzen salga a la calle a expresar su desolación. Como deberíamos hacer todos nosotros.

Soledad Gallego-Díaz
Es periodista, exdirectora del periódico 'EL PAÍS'. Actualmente firma columnas en este diario y publica...




