La pedagogía no sexista, clave para cambiar la realidad de la sociedad hondureña

Madrid

La República de Honduras en 2013 tenía 8 millones 300 mil personas, según nos dicen los datos oficiales. Aunque la tasa de crecimiento de la población tiene valores en positivo, con el paso de los años se observa que va en descenso debido, entre otras razones, a que las familias han pasado de tener 4'1 hijos en 2001 a 2'7 doce años después. Además, en los últimos datos oficiales recabados, el número de mujeres es mayor que el de hombres. Y la población también está cambiando su preferencia de dónde vivir: cada vez más gente se desplaza al entorno urbano, siendo poco más de la mitad de la población.

Como dice la canción, un nuevo tiempo llegó. Una vez que ya hemos conocido la ficha técnica de Honduras, vamos a conocer otra parte de la realidad, sin duda preocupante.

Se calcula que en el año 2015, 471 mujeres fueron asesinadas en Honduras, es decir, una media de 39 mujeres al mes. Además de los altos niveles de discriminación y los embarazos no deseados, la violencia es un problema transversal del país y la única manera de acabar con ella desde la raíz es a través de la educación.

De ello se encargan decenas de docentes que han sido capacitadas para trabajar en una educación igualitaria y no sexista. En 2011 se formaron 40 mujeres para facilitar la educación de este tipo en las escuelas, formando finalmente la Red de Mujeres del Colegio de Profesores de Educación Media de Honduras, COPEMH. Daysi Márquez es una de ellas y nos presenta el módulo: "Ni caperucitas, ni lobos feroces", con ese título han querido reflejar la situación actual de la sociedad: mujeres frente a hombres que se ven legitimados, por el hecho de ser hombres, para asesinarlas, por el hecho de ser mujeres. 

Crecer entendiendo la igualdad entre ambos sexos es fundamental para acabar con la violencia machista, sin embargo el gobierno actual, presidido por Juan Orlando Hernández, como los anteriores, ha preferido dar prioridad a la militarización de las calles como medicina contra la violencia, al mismo tiempo que pone trabas para que la educación no sexista e inclusiva en los jóvenes se expanda por el país. Y es que la formación que imparten es muy potente.

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Esta maestra asegura que no se puede comparar el machismo en países empobrecidos con el de los países ricos. Daysi nos explica la hipocresía que hay en los países latinoamericanos para hacer frente al machismo y la importancia de que la mujer se reconozca como un ser activo en su vida y no resignada por el patriarcado de la sociedad hondureña.

De hecho, ella misma reconoce que hay un antes y un después en la vida de las mujeres que reciben esta formación.

Daysi trabaja con jóvenes de 12 años en adelante y en su aula reproduce lo que aprendió en los talleres de formación, con un uso de lenguaje no sexista, con el reparto de tareas entre sexos, además de enfatizar el diálogo y la reflexión.

Esa complicidad entre maestras y alumnado se refleja en las conversaciones que tienen. Daysi nos reproduce un diálogo con una alumna que se quejaba de que la madre retiraba a su hermano de los fogones por ser varón. Esta queja es una muestra del evidente conflicto entre lo asimilado en clase y lo que se reproduce en casa.

Este empoderamiento del oprimido y la pedagogía de la esperanza tienen sus orígenes en el brasileño Paulo Freire. Defiendía que la única manera de lograr el cambio social es a través del reconocimiento de la fuerza de la unión colectiva, la capacidad crítica con la sociedad y la comunicación de ida y vuelta, es decir, donde tanto el educador como el educando aprendan mutuamente mediante el diálogo para caminar hacia la liberalización e independencia, destruyendo así la pasividad.

Para no potenciar el conflicto en casa, sino que sea también una transformación horizontal entre padres, madres e hijos e hijas donde se cuestionen los roles de género, han creado una escuela para los adultos que les invita a reflexionar. Y del antagonista de este universo paralelo ya hemos hablado: el gobierno de Honduras, con sus trabas para limitar la expansión de esta pedagogía liberadora, y con la represión de la actitud crítica y rebelde de la ciudadanía, por ello estas maestras están capacitando a los colegas varones y convirtiendo las aulas en trincheras de lucha.