Tan lejos, tan cerca

Madrid

No sé si habrán tenido ocasión esta Semana Santa de seguir el MIC de Palamós, un torneo internacional de fútbol base que reúne a equipos de todo el mundo, incluidos el Madrid y el Barça. Yo sí he podido hacerlo algún rato y la verdad es que es una delicia porque ves a chavales con mucho talento, pero sobre todo con tanta ilusión... que su esfuerzo resulta realmente conmovedor. Pero el viernes, justo cuando ya había comenzado la fase final del torneo, se me cruzó en mitad de un partido la noticia de que un terrorista suicida del Estado Islámico había matado a cuarenta personas en un campo de fútbol de Irak, un campo de barrio, de aficionados.

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Y como estaban muy recientes los atentados de Bruselas....me rondó por la cabeza qué hubiera pasado aquí, cómo hubiéramos reaccionado....si a un zumbado de estos se le ocurriera, por ejemplo, provocar una matanza en un torneo como ése de Palamós o en cualquier otro recinto deportivo. Bueno, creo que aún hoy estaríamos en estado de shock....y sin embargo lo de Irak, pues miren, a mí me impresionó mucho así de entrada, pero ya lo tengo casi archivado; entre otras cosas porque ayer mismo en Pakistán otro ataque terrorista, en este caso de Al- Qaeda contra cristianos que celebraban la Pascua provocó una nueva carnicería. Y sobre todo -a qué vamos a engañarnos- porque nos queda lejos. Y quizá ese factor haya sido el principal obstáculo para que Europa atinara con sus respuestas a un desafío tan serio, y tan complejo también, como esto que llamamos terrorismo yihadista.

Lo malo es que la coartada de la lejanía ya casi que no nos sirve. Lo demuestra Bruselas, como antes lo demostró París, o Madrid, o Londres. Y quién sabe si mañana Roma o Berlín. Pero, en cualquier caso, ya empieza a ser un mantra bastante extendido que una nueva normalidad, en forma de violencia fanática, se está instalando entre nosotros, y tendremos que acostumbrarnos. Con lo cual la pregunta parece muy obvia: ¿Nos podremos seguir permitiendo el lujo de anotar a título de inventario lo que ocurre en la otra punta del mundo? ¿Sólo nos vamos a conmover –y por lo tanto a buscar soluciones- cuando nos toque de cerca? Porque si es así vamos mal. Y además damos asco. No hay más que ver a los nazis que se manifestaron ayer en el centro de Bruselas para confirmarlo.