Gregory Peck, el hombre íntegro

Madrid

“¿Habéis oído la expresión alto, moreno y guapo?” –Así se presentaba el propio Gregory Peck en el festival de Cannes de 2000, en la que fue una de sus últimas apariciones públicas.– “No estoy seguro de ser las tres cosas, al menos lo de guapo, pero así era como me presentaban durante muchos años.” A esta descripción tal vez le faltó un calificativo más: Íntegro. Peck era un americano progresista con un gran sentido de la justicia que siempre dio la cara en la lucha por los derechos civiles. Si en “Matar a un ruiseñor” su personaje defendía a un negro acusado injustamente, en “La barrera invisible” denunciaba el antisemitismo. En 1972 produjo una película contra la participación americana en la guerra de Vietnam, “The trial of the Catonsville nine”, y Richard Nixon le declaró públicamente enemigo suyo. Discreto, amigo de sus amigos, gran conversador; John Huston que le dirigió en “Moby Dick” escribió en sus memorias: “Greg es uno de los hombres más buenos y rectos que he conocido”.

Durante más de cinco décadas Gregory Peck personificó el arquetipo del héroe. A veces intentó romper con esa imagen. Fue el doctor Mengele en “Los niños del Brasil” o hizo de villano en “Duelo al sol” pero ni por esas. Cuando moría en el famoso final de aquella película la gente no podía evitar derramar una lagrimita por él.

De sus películas su favorita era “Matar a un ruiseñor” y no solo porque el papel de abogado de los pobres y padre perfecto le valiera el único Oscar de su carrera. Decía que de todos los personajes que interpretó era el que más se le parecía.

Gregory Peck llegó al cine en 1944. Muchas de las estrellas de la década anterior se habían ido a la guerra y había vacante de galanes. Con su segunda película, “Las llaves del reino”, recibió su primera nominación a los premios Oscar. De tal forma que cuando la estrella de la Fox Tyrone Power regresó del frente se encontró con que los mejores personajes ya no eran para él sino para el recién llegado Gregory Peck.

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Alfred Hitchcock, King Vidor, John Huston, Vincente Minnelli… Gregory Peck trabajó con los mejores directores de su época. Y es que el actor fue una excepción en el llamado sistema de estudios. No estuvo atado con larguísimos contratos como la mayoría de sus colegas sino que le contrataban por película. Por eso podía elegir él mismo sus papeles. Su galería de personajes es impresionante: Paciente con amnesia en “Recuerda”, capitán de barco cegado por una obsesión en “Moby Dick”, abogado acosado por un ex presidiario en “El cabo del terror”, padre terrenal del anticristo en “La profecía”, caballero del Este en el Oeste en “Horizontes de grandeza” o periodista que enamoraba a una princesa en “Vacaciones en Roma”, por citar solo algunos ejemplos.

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Gregory Peck era un gran contador de historias. En los últimos años de su vida hacía giras por universidades contando sus experiencias y respondiendo a la curiosidad del público. Él solo sobre el escenario. El cine lo dejó a comienzos de los años 90 pero siguió trabajando en televisión con pequeños papeles en diversas series. Porque Gregory Peck nunca se retiró del todo. Eso sí, en aquellos últimos años, como él mismo nos contaba en el festival de Cannes de 2000, sentía una enorme nostalgia por su tiempo, por el tiempo del viejo Hollywood: “Tengo una anécdota. Estaba rodando una película con Ava Gardner y cuando caminábamos por las calles del estudio, cuando nos dirigíamos a comer, la gente se paraba sólo para ver pasar a Ava. Desde los eléctricos a los ejecutivos. No sé qué pensarán ustedes pero a mí me parece que aquello era mucho más divertido que lo de ahora”.