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'PAULINO FERNÁNDEZ'

La locura siempre tiene sus propios planes

Paulino Fernández vivía con una única obsesión: que nadie le quitara sus tierras

iStockphoto

Madrid

A Paulino Fernández sólo se le conocía un enemigo declarado: su propia paranoia. Nadie le dio importancia a sus continuos lamentos acerca de que sus vecinos le querían robar sus tierras. Nadie le escuchó y al final fue el cuchillo el que habló por él.

Hay historias que no se ven venir. La que nos ocupa el Caso Real de esta semana, nos la cuenta el periodista José Precedo. Para ello, nos traslada hasta Chantada, una pequeña aldea de la provincia de Lugo. Uno de aquellos lugares donde, rara vez, sucede nada. Pero aquella tarde de marzo de 1989, aquel pequeño pueblo se manchó de horror.

'Paulino'. Por José Precedo

27:25

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Paulino Fernández era un labrador más de la Galicia rural. Uno de tantos. Una persona humilde que siempre tuvo un plato en la mesa a base de labrar la tierra. Nadie le regaló nada. Tenia 64 años y estaba casado con una mujer diez años mayor que él, inválida y ciega. Desde hacía unos meses, estaba decidido a invertir gran parte de sus ahorros en tierras para la labranza. Lo primero que hizo fue comprar terrenos y fincas a familiares que vivían en América Latina. Y fue aquí cuando algo en su interior despertó.

Jamás fue un gran conversador. A Paulino no le gustaba hablar. Pero cuando abría la boca era para hacerlo sobre sus tierras. Tenía la mosca detrás de la oreja porque aún no figuraban en los recibos de la contribución. Acudió a su abogado y le dijo que estaba todo en orden, que estuviera tranquilo, que los temas de propiedad avanzaban lento.

Criminalia

Pero las explicaciones de su abogado jamás lo contentaron. Él tenía la sospecha de que todos sus vecinos se querían apropiar de lo que era suyo. Estaba seguro que movían muros para ir quitándole, poco a poco, todos sus acres. Era algo que no estaba dispuesto a permitir. Un mediodía, tras comer con su mujer y su hermano, decidió tomarse la justicia por su mano. Salió de casa con un cuchillo de degollar cerdos y durante una tarde abonó de horror todo el municipio.

Aquella se convirtió en la tarde más negra de Chantada y en la matanza más sangrienta de la historia reciente de Galicia. Paulino no estaba dispuesto a que nadie le robara lo que era suyo y si era necesario, moriría para impedirlo.

 
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