Concha Piquer
Gran dama de la copla
Concha Piquer
07:09
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Madrid
Me decía siempre mi marido: “Si fueras toro, te cortarían siempre las orejas”. La primera vez que canté fue cuando contaba apenas cuatro años de edad. Mi madre había tenido más hijos, cuatro para ser exactos, y todos murieron a los tres años. Por eso, cuando yo pasé ya ese umbral, mi madre se quedó embarazada de nuevo, pero no pudo ser. Cuando vi que aquel bebé estaba muerto, empecé a cantar una coplilla que siempre interpretaba una mujer invidente que estaba por el barrio.
Mi madre era modista, de las de tijera en mandil. Mi padre se dedicaba a la construcción y cada sábado se rizaba el bigote en la peluquería. Alguno de estos sábados me llevaba por la tarde al teatro, pero como no teníamos mucho para gastar, me animaba a colarme. Lo hacía yo, bien mandada, pero me descubrieron una vez por mi lazo. Me habían puesto un lazo colorado a modo de peineta para evitar el mal de ojo, acuérdense de lo que les he contado de mis hermanos. El señor del teatro se quedó mi lazo y a partir de entonces, llegó el éxito.
La verdad es que había empezado a cantar muy pronto, como les digo. Con cuatro años andaba ya con coplas pero fue con once cuando me presenté ante el dueño del teatro Sogueros y le dije: “Vengo a cantar”. Cuando me escuchó, me mandó ir el domingo. Vestí de Primera Comunión, porque no tenía otro vestido más adecuado...Y así estuve varios fines de semana, sin decir nada en casa y ganando un duro por actuación. Hasta que pasado un mes, el dueño me dijo que debía hablar con mi madre, le recomendó una academia y allá que empezó mi formación.
De la academia, al teatro, del teatro, a que me viera un maestro y de ese encuentro, directa a Nueva York con trece años. Iba a México con mi maestro pero me quedé allí porque me reclamaron al verme y causé gracia cantando en español. Salía vestida de chico, con los pantalones del maestro y una guayabera que me hizo mi madre…bendita modista…Tras una temporada haciendo este espectáculo, hasta seis veces tuve que cantar el día del estreno, repitiendo tema. Era el año 1922 y yo enseguida empecé a hablar en inglés como un loro.
Me fui a vivir con mi madre a un apartamento cerca de Central Park que costaba entonces 350 dólares de alquiler. A mi madre le escandalizaban las cifras pero yo le decía que bastante hambre habíamos pasado ya en Valencia.
Cuando ya estábamos medio adaptadas, mi madre hubo de regresar a España para cuidar a mis hermanas enfermas, me sentí sola en Nueva York.
Tenía dieciséis años y al menos, aproveché para aprender a leer y a escribir. Yo no alternaba, no pude saborear la vida de Nueva York y en realidad, nunca hice mucha vida social. Yo me dediqué a leer, a Blasco Ibáñez, por ejemplo, para sentirme más cerca de España. Pero ni con esas. Al poco tiempo preparé mi viaje a España, a lo grande, con catorce mil dólares que el banco no me daba si no firmaba mi madre. Cuando llegué a España, no quise volver, y me llamaban desde Nueva York cada semana.
Pero no pasó nada, más que mi triunfo en España en lo profesional, llenando teatros, agotando entradas durante diez años, interpretando unas películas que no es que fueran buenísimas pero mi voz las levantaba…
El caso es que el triunfo fue también en lo personal: me enamoré de un torero por sus ojos azules. Por eso fue que mi hija los sacó igual. ¡Ay, mi hija! Me la salvó Fleming, por eso tenía un retrato suyo en mi casa de la Gran Vía, ahí, por cierto, donde están ustedes. Me la salvó porque mi niña tuvo tifus y el medicamento que la salvó llegó a España gracias a los contactos, a Eva Perón en concreto, que era por cierto la madrina de la niña aunque yo con la política nunca quise mezclarme, nos hicimos amigas y surgió así.
Y eso que viví épocas convulsas como la Guerra Incivil de España, y demás momentos tensos en los que trataron de posicionarme en un lado…Decían de mí que era una mimada del régimen pero por otra parte se hablaba de que mis canciones tenían un algo de mujer fatal, de pícara…que no eran precisamente los roles de la mujer que preconizaba el gobierno…en fin…España siempre fue un país de habladurías.
Adriana Mourelos
En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...