Colette
Un mito en la moderna literatura francesa
Colette
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Madrid
Con una imagen, a menudo conseguimos aferrarnos a nuestras posesiones perdidas. Pero es la desesperación de perder la que recoge las flores del recuerdo para formar un ramo.
Parto de esta frase, mía, para ubicarnos. Soy francesa, ya se lo han dicho. Soy una mujer que he hecho muchas cosas, demasiadas cosas quizás…Quise ser libre y situar los derechos de la carne sobre el espíritu. Lo conseguí.
Mi vida fue personal y profesional casi a la vez. Una niña feliz, criada en un entorno natural, que se casa con un hombre quince años mayor y que se convierte en escritora obligada por este marido: "¡al cuarto hasta que tengas texto!". Y así nació Claudine. No era mi hija, aunque podríamos considerarla así. Fue una serie de novelas que derivó en un musical, un uniforme, un jabón, cigarros y hasta un perfume. Un personaje de éxito firmado por mi marido y escrito por mí.
Mi hija real llegó en mi segundo matrimonio, pero yo nunca había querido ser madre, así que no puedo comentar demasiado la relación materno-filial. Hablemos mejor de antes de mi segunda boda, del momento en que tras trece años de matrimonio infeliz me transformé de esposa abnegada en actriz de music-hall. Maravilloso.
La controversia, la provocación…El Moulin Rouge. Lejos de las convenciones sociales de los cánones de comportamiento femenino del París de la época. Vamos a ir adelante y atrás en mi vida: así es más divertido. Cuando llegó Gigi, expliqué a través de sus páginas qué era esto de las convenciones francesas:
“Prohibido leer novelas; produce melancolía. Prohibido empolvarse la nariz; estropea el cutis. Prohibido ponerse corsé; estropea el talle. Prohibido conocer a las familias de las compañeras de clase, especialmente a los padres que van a buscar a sus hijas a la salida”.
Mi aparente estabilidad emocional y sexual llegó con Henri, un editor del diario Le matin, el padre de mi hija, esa que luego se quejó del poco caso que le habíamos hecho sus padres.
Los reproches contra mi persona llegaron por el apego que sí tuve con mi hijastro, con quien mantuve una relación. Qué vamos a hacer si fui la primera en descubrir que a las mujeres de una edad nos gustan también los chicos adolescentes. No sé si tuvo más repercusión esto o mis escarceos amorosos con otras mujeres.
- Colette
Lo cierto es que mi vida profesional siempre estuvo vinculada a la personal, a la amorosa si me apuran. Pero mis obras fueron elogiadas por autores como Marcel Proust, al que pude conocer en persona e intercambiar cartas que me hicieron inmensamente feliz.
Hubo grandes momentos en mi vida, como cuando durante la Primera Guerra Mundial convertí la mansión de mi marido en un hospital para heridos. Al terminar la guerra, me invistieron con el título de la Legión de Honor. Formidable.
En los años 30 fui aceptada como miembro de la Academia Real Belga y fui la primera mujer que entró en la prestigiosa academia Goncourt.
Adriana Mourelos
En El Faro desde el origen del programa en 2018. Anteriormente, en Hablar por Hablar, como redactora...