El detective que jamás vivió y jamás morirá
El editor y autor de la página semanal “Sillón de Orejas” en el suplemento Babelia, Manuel Rodríguez Rivero nos acerca al verdadero Sherlock Holmes
Madrid
Pocas veces un personaje eclipsa a su creador pero cuando eso sucede, suele ser el propio creador quién se revela contra su creación. Algo así le sucedió a Arthur Conan Doyle, que llegó a considerar un estorbo a Sherlock Holmes y lo mató para no tener que escribir más sobre él. Pero Holmes rara vez pierde y el escritor escocés tuvo que recuperar a su célebre personaje ante la presión de sus seguidores.
NaN:NaN:NaN
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/001RD010000004192765/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
De esto y mucho más nos habla Manuel Rodríguez Rivero en este Elementos del Miedo, un episodio especial dedicado íntegramente al popular detective. Manuel Rivero es editor de Revista de Libros, colaborador habitual en el suplemento Babelia de El País, escritor y comentarista cultural.
Para Rivero el gran éxito de Holmes es que conectó muy bien con el público de la época. Doyle fue todo un pionero en la novela policiaca, incorporando los elementos de deducción e investigación inspirado por un profesor de medicina que utilizaba métodos deductivos en ciencia forense. Se podría decir que Conan Doyle sentó las bases de la novela policíaca moderna. Rivero detalla que con Sherlock Holmes, Doyle le dio gran importancia a los objetos, según él, todos los componentes de una escena del crimen cuentan algo del criminal o del asesinato.
PERSONAJE
Holmes despierta envidia. Todos querríamos tener su inteligencia, su capacidad de deducción e ir tres pasos por delante del resto del mundo. Es un personaje regado con una irritable simpatía, ironía y con unos claroscuros que lo hacen humanamente peculiar. También es depresivo, excéntrico y adicto, no olvidemos que tomaba cocaína rebajada al cinco por ciento.
A su vez, pese a tener esa inteligencia privilegiada, no le interesaba ni la filosofía ni a literatura. Para él, aquellos conocimientos no tenían el más mínimo valor si no le servían para resolver casos. Para Sherlock Holmes, el saber sí ocupaba lugar.