De Galicia a Seúl, el viaje de la armónica
El armonicista gallego Marcos Coll nos relata cómo esta viviendo su primera participación en el Festival Internacional de Armónica de Seúl

Los participantes del festival de armónica de Seúl / MARCOS COLL

La música ha llevado a Marcos Coll a vivir muchas experiencias desde que siendo un chaval dejó su Galicia natal para convertirse en un bluesman en Madrid. Junto a Tonky de la Peña aprendió a tocar la armónica. Más tarde comenzó los Reyes del KO con su compañero Adrián Costa y juntos emigraron a Berlín. Allí vivieron del blues y viajaron por media Europa con su música. Tras aparcar a los Reyes, Marcos viajó a México para alistarse en los Los Mighty Calacas, pero tampoco ha sido esta banda su parada final. Marcos se ha consolidado como uno de los armonicistas más valorados de Europa y ahora se encuentra en Corea. “Estoy aquí con motivo del cuarto festival internacional de armónica de Seúl”, explica Coll a Sofá Sonoro. “Me patrocina la marca de armónicas Hohner y todos los años envían a artistas de todo el mundo al festival y este año me ha tocado a mí”, añade.
A lo largo de los años, Marcos ha viajado con su armónica y su blues por medio mundo. “He conocido muchos sitios gracias a la música. He estado en el Congo, en México, en EEUU, en Indonesia, en Tailandia, por casi toda Europa”, apunta el músico. “Es una de las cosas más bonitas que me ofrece la música”. En estos viajes, Coll ha ampliado su horizonte musical y ha comprobado cómo se vive la música en distintos rincones del mundo. “En cada país se vive de una manera diferente en lo que es la superficie, pero al final todos somos humanos y nos emocionan las mismas cosas, nos emocionamos con una balada, o no podemos parar de mover el pie con un tema marchoso”, explica.

Marcos Coll dando una clase a un grupo de asistentes al festival / MARCOS COLL

Marcos Coll dando una clase a un grupo de asistentes al festival / MARCOS COLL
Pero al final, los contrastes acaban floreciendo. “Las mayores diferencias las he vivido en Asía. También en el Congo. Allí la música es otra cosa, es algo natural y no hay tanta tontería. La gente es más lanzada y no existe eso de “me da vergüenza”. Allí cantar o bailar es como reír o llorar y ves a los camareros que al acabar la noche se ponen a cantar y ninguno se tiraría el moco de decir soy cantante ni nada así. Hace tiempo España era así, nuestras abuelas cantaban al hacer la comida”, apunta.
Ahora Marcos recorre Corea del Sur en un viaje fascinante en el que está descubriendo una nueva forma de apreciar la música. “Aquí tienen un respeto enorme por la música y sobre todo por mi instrumento, eso es lo que más me ha llamado la atención”, relata. “Aquí la armónica es una cosa muy seria, es como un deporte. Hay asociaciones e incluso competiciones, los que tocan música clásica son respetadísimos y los que hacen música moderna son tratados como estrellas del pop. Es increíble”, añade Coll desde su hotel de Seúl.

Marcos Coll posando junto a Byungran Lee y la Crossover Ensemble / MARCOS COLL

Marcos Coll posando junto a Byungran Lee y la Crossover Ensemble / MARCOS COLL
Una de las cosas que más ha llamado la atención a Marcos es el nivel que se ha encontrado en el festival. “Se te cae la baba”, explica. “Meten miedo, he visto a grupos exclusivamente de armónica (con armónica de bajos, de acordes, cromáticas...etc) tocando piezas complicadísimas de Bach o Mozart”, añade. Una experiencia de ensueño para un músico que comenzó en las jam sessions de los locales de Madrid. “Yo hago una movida totalmente diferente, yo improviso mucho y ellos no tanto y eso es algo que valoran”, explica. “Eso y el carácter caliente de los latinos que allí es algo exótico”, añade. Durante esa semana coreana, Marcos ha ido relatando su experiencia en su perfil de Facebook donde ha ido subiendo fotografías y crónicas de su viaje. “Cuando termine el viajelo contaré en mi blog y haré una crónica completa con los artistas que he conocido. He descubierto muchos pero quizá los que más me han llamado la atención han sido los de música comercial con sus bailarines en el escenario, sus ropas kitsch, los pelos de colores y ese rollo manga”.
A pesar de viajar por medio mundo, el choque cultural con Corea del Sur ha sido importante, fue aterrizar en Seúl y comenzar a flipar. “Yo no sabía mucho de la música de aquí, pero la descubrí de pleno el primer día ya que sin avisarnos para abrir el festival muchos de los participantes, tuvimos que tocar una canción típica de aquí. Me la tuve que aprender en cinco minutos, menos mal que éramos unos doce armonicistas en el escenario y pude pasar medio desapercibido”, bromea. Pero también ha descubierto el respeto que el blues genera en el país. “Hay mucha más cultura y respeto por la música occidental aquí que en Europa. La pasión por el blues es enorme, les gusta mucho y por lo que he visto lo tocan muy bien”.
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Marcos nunca hubiera pensado que la música le iba abrir tantas fronteras, que le iba a llevar a conocer a tanta gente tan distinta. “La música es un pasaporte en sí misma”, apunta Coll. “Sin hablar idiomas me he entendido con personas muy distintas. En Congo, por ejemplo, los organizadores no te dejan salir solo a ningún lado y yo a los dos días ya me había hecho coleguita de los músicos locales, y claro, me fui con ellos a sus fiestas. Estuve dos días de fiesta y los que se hacían cargo de nosotros habían llamado a la embajada muy preocupados. El único peligro que sentí con ellos es que no me dejaban marcharme, y no paraban de invitarme a beber. Yo no sé francés, pero no fue ningún problema en cinco minutos se habían aprendido canciones como la Paloma, o podían tocar cualquier blues. La música creo que junto al baile es el idioma más universal”.




