Volver a mirar a la gente
Pedro Blanco reflexiona sobre la parálisis de las conversaciones políticas

Madrid
Les voy a ser sincero, las ideas empiezan a escasear. Será por el calor, será por el hastío, será porque vivimos un tiempo estéril al que le falta profundidad o será, simplemente, porque ya no queda mucho que decir que no se haya dicho ya. Las reflexiones empiezan a ser circulares porque la discusión política apenas avanza así que cuesta encontrar un argumento original, una idea nueva, un planteamiento sugerente.
Así que hemos pasado buena parte de la tarde buscando ideas, y se nos ha ocurrido que podíamos hablar de las personas porque ya no se habla de ellas, porque han desaparecido de la discusión, porque la confrontación ha terminado por obviar al ciudadano para rondar solo al votante. Desde hace semanas nos dedicamos a calcular cuantos votos perdería este o aquel partido si hiciera esto o aquello, absorbidos por el coste electoral, ajenos al coste social.
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También se nos había pasado por la cabeza plantear si acaso no deberíamos fijarnos más en quienes negocian la investidura, en quien tiene el encargo de presentarse al debate, si no es chocante que hoy importe más si Zapatero tiene o no quien le arrope, que si Rajoy y Rivera se van a terminar arropando. A ver si por merodear los problemas de unos dejamos de insistir en las obligaciones de otros.
Incluso habíamos pensado cuestionar el relativismo en el que se ha instalado el PP para intentar convencernos de que las fechas son irrelevantes, que es secundario fijar un día para el debate de investidura y con ese día, marcar también un plazo para la negociación. Resulta cuando menos contradictorio que en un sistema parlamentario se defienda que el debate en sí mismo es irrelevante porque lo importante solo es el resultado.
Las reflexiones empiezan a ser circulares porque la discusión política apenas avanza así que cuesta encontrar un argumento original, una idea nueva, un planteamiento sugerente. Quizá solo haya que volver a mirar a la gente.




